sábado, enero 01, 2011

EN LA BOLSA

El portal con su pasito y todo lo demás siempre fue responsabilidad de Don Manuel, mi hermana Cuca y luego yo le ayudábamos y siempre se iba quedando para última hora pues las compras, los trabajos y la búsqueda de los materiales se alargaban. Además, no era nada más poner por ahí el pasito, no qué va, siempre mi padre creaba espacios nuevos con ladrillos viejos y pedazos de teja o madera medio podrida, combinada con papel o cartón que pintaba, algo de lana o paja y mucho aserrín de colores, con rollitos de lana para ocultar el cordón de las bombillas y un poco de escarcha de colores.

Todo iba articulado en una esquina de la sala y pegado con tachuelas a la pared de madera. Alrededor de las estructuras de ladrillos se abrían los campos y caminos con sus vacas y venados, o los lagos con patos –que movían la cabeza- y peces de papel debajo del vidrio, alrededor del cual se organizaban caminos y pastos con aserrín. Algún camino se perdía tras la montaña y por ahí se acercaban los reyes.

Llevaba tiempo claro, pero de eso no hay antes del 24 de diciembre. Doña Dora siempre presionaba para que estuviera a tiempo y llegaba de rato en rato a ver si se apuraba la elaboración del portal, pero Don Manuel siempre decía: ‘no hay problema, igual siempre el niño nace a la misma hora todos los años desde hace siglos’, y seguía en su trajinar inventando recovecos con pedazos de ladrillo y lana. Colocaba la luz que salía de atrás de manera que iluminara el pesebre o trataba de darle algún sentido de escala y orden mínimo a las tortugas, cocodrilos, chompipes, ciervos, cabras y camellos, que año con año se iban sumando a la vieja valija del portal.

Esa noche se hizo demasiado tarde, dieron las doce y la cosa iba a medio palo, Doña Dora llegó a reafirmar su convicción de que tenía razón, esta vez el portal no estaría a tiempo. Pero Don Manuel, fácil de palabra, le respondió: “lo importante está ahí, ya el pasito está puesto, lo demás son detalles”. Sin embargo mi madre no era fácil de convencer así que revisó con cuidado y de inmediato lo noto y preguntó: “y el niño ¿este año no nace, dónde está?”.

Cuca y yo nos quedamos mudos, pero mi padre se palpó el pecho y sonriendo socarrón dijo, “ay mirá, este año nació en mi bolsa de la camisa”.

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