martes, septiembre 30, 2014

genocidio americano

Octubre es el mes para recordar el inmenso impacto de la ocupación europea de este continente, la casi total destrucción de las culturas autóctonas y el genocidio monstruoso.

Es para rememorar el sufrimiento indescriptible de múltiples etnias y muchos millones de habitantes que murieron quemados, o devorados por los perros y decapitados, o asesinados en masa por los invasores ávidos de riquezas, de oro y dominio territorial.

Es el mes para recordar que los invasores destruyeron las inmensas ciudades y los códices, la historia, las religiones así como inmensa y variada riqueza cultural, incluyendo toda obra de arte que recordara la grandeza alcanzada por la ciencia y la arquitectura en estas tierras establecida, por sus grandes imperios con sus estructuras políticas y sus formas de planificación de la economía y el territorio.

No trajeron la paz y el conocimiento, sino la destrucción y la infamia, y sobre las ruinas impusieron una religión y una ideología cargada de prejuicios y de supersticiones, y la impusieron a sangre y fuego, y sobre los escombros construyeron sus iglesias, las que todavía siguen ahí haciendo lo de siempre, promoviendo la ignorancia y el prejuicio.

Los invasores esclavizaron a decenas de millones y con esa fuerza y esa sangre, construyeron un nuevo imperio económico y militar, de escala global; cuando la fuerza laboral esclavizada empezó a mermar, agotada por los asesinos y las enfermedades y el trabajo forzado, lo reforzaron con cientos de millones de esclavos traídos de otros continentes.

Los descendientes de aquellos pueblos autóctonos y de los esclavos importados, siguen todavía semi esclavizados en muchas partes, o conformando los últimos peldaños de la escala social y el ingreso, con inmensas necesidades y enorme pobreza, excluidos y reprimidos.

No hay nada que celebrar, hay que rememorar esa historia y replantear, una vez más, a las nuevas generaciones, la forma en que se dio ese ‘encuentro’ de culturas, que empezó hace cinco siglos y sigue dejando una estela de muerte, pobreza y aniquilación para millones de descendientes de los pueblos originarios y esclavizados.