miércoles, diciembre 22, 2010

NO ES SU CULPA

En estos días de intenso consumismo, en los que nos quieren sacar el aguinaldo a como haya lugar, aunque en enero las compraventas y sitios de empeño estén abarrotados; en estos días, en los que no se puede ir a ningún lado sin esperar grandes filas y aglomeraciones en todos los comercios, bancos y similares, me resulta provechoso el que, a diferencia de muchos otros varones, no me moleste caminar y entrar a muchas tiendas y ver mil ofertas y comparar precios y calidades por horas (eso que ahora llaman ‘güindou-chopin’), aunque a veces me devuelva a casa sin haber comprado nada.

Se debe sin duda a que de niñito siempre tenía que acompañar a mi madre cuando iba de compras a San José, casi siempre en tardes en que mis hermanitas iban a la escuela, y claro, como no había nadie que me pudiera cuidar entonces me saltaba ese día la siesta obligatoria y después de la lavada de platos del almuerzo, doña Dora me tomaba de la mano y caminábamos hacia la pulpería de Tiso Montero a esperar el bus que venía de San Rosa, o seguíamos hasta el centro y tomábamos el bus en la parada detrás de la iglesia, al lado de la soda El Viejo Nido.

Era un viaje fantástico, en particular cuando nos tocaba el Lirio Blanco, el mejor y más moderno bus de toda la flotilla moraviana. Así, la placidez de la siesta se convertía rápidamente en la aventura que pasaba rauda por las ventanillas con tonos azules y pronto estábamos pasando por Guadalupe (que al decir de mi padre era ‘lo más feo de Moravia’), y llegando al momento crucial dónde el bus debía superar el temible puente de ‘los incurables’ que era angosto, viejo, medio derruido y además, se continuaba en una cuesta de altísima pendiente, que los buses con costos podían subir, hasta que años después inauguraron los dos puentes cómodos, de concreto, anchos y en curva, toda una modernidad. La cuesta concluía en Aranjuez y al pasar la barbería de la esquina se sentía el alivio de haber, una vez más, superado la cuesta interminable y alcanzado a salvo los linderos de la ciudad.

En efecto, a partir de ahí aparecía, primero la iglesia de Santa Teresita (o el Hospital, según las rutas o sus cambios eventuales), de manera que la ciudad aparecía con los edificios de La Aduana y frente a ella, la casona del Ferrocarril, para dar vuelta a la derecha y bajar hacia la vieja Estación, el Parque Nacional y la antigua Casa Presidencial, donde el dulzón olor del guaro hacía siempre voltear la mirada a la tapia de La Fábrica, como para disfrutarlo con la vista también y no solo con el olfato.

Disfrutando esos olores y sensaciones se pasaba el último susto al llegar a la curva, que el bus hacía bruscamente, en el quiosco ese que se llamaba Templo de la Música. Ahí lo que más llamaba la atención, luego de ver la fuente al inicio de Parque Morazán y el Edificio Metálico, eran los vitrales de la casa bonita a la izquierda, antes de que la atención fuera completamente capturada por los cisnes negros del parque japonés o chino –cada quien le llamaba como quería, o un día de una forma y otro de otra-.

El Lirio Blanco se adentraba entonces en el bullicio del comercio citadino y concluía su ruta frente al Mercado Borbón, dónde el ruido crecía pues las ventas de verduras y frutas abarrotaban las calles y aceras. Doña Dora tomaba con fuerza mi mano y cuidaba su bolso para llegar a salvo a la esquina noroeste del Mercado Central, precisamente en la esquina dónde el olor a cueros lo llenaba todo y pasábamos cerca del tramo de los moravianos Hidalgo, talabarteros por generaciones, para seguir hacia la salida por la avenida central, al sur, pasando por el indispensable saludo a los parientes que tenían también su tramito.

Las compras iniciaban entonces en las cuadras cercanas al mercado, pero ya en la avenida central, y podíamos pasarnos horas viendo cortes y telas en Simón, El Globo o quizás, cuando había más dinero, en La Gloria, o pasamanería en La Españolita –sobre el Pasaje Jiménez-, pero igual, en cualquiera de las tiendas, los colores y olores cambiaban sustancialmente y era deslumbrante admirar las paredes repletas de texturas, tonos y formas múltiples y sentir el olor a nuevo de las que se desplegaban en los mostradores. La vuelta al bus podía ser por el costado este del mercado para pasar por la esquina de las flores y las hierbas que iluminaban todos los sentidos de nuevo, con un cambio radical solo comparable con el paso, a media cuadra hacia la parada de buses, por la zona de las pescaderías.

El viaje de compras se convertía en toda una aventura maravillosa de cambios de ambiente y con ello, lejos de resultar aburrida, era una experiencia que recordaría cada vez que fuera de compras, incluso, cuando luego de horas no comprara nada. Todavía sigo disfrutando esos cambios de ambiente y me sigue costando decidirme al comprar, luego de comparar precios, calidades y posibilidades hasta en los artículos más insignificantes.

Excepto con los libros o la música, cada vez que voy de compras paso horas o días disfrutando del ir de compras, más que del comprar propiamente tal y mantengo igual fidelidad a los mismos productos y rutinas por décadas. Tanto que a veces me regalan unos zapatos para que deje, por fin, esos mismos que tienen añales y sigo utilizando las mismas chancletas de siempre.

Como no uso colonias ni perfumes y no me afeito desde el final de mi adolescencia, pues coincidí con la moda de las barbas setenteras, no soy comprador de esos productos y sigo utilizando el mismo tipo de desodorante desde hace cuarenta años.

Y no me ha ido mal, mis parejas no sienten que alguien las presione, abandone o incomode cuando se trata de salir de compras, gracias quizás a su suegra. De hecho nunca se quejan ni de mi compañía en las tiendas, ni del simplón y usual desodorante, así que no parece justo echarle la culpa de las rupturas al desodorante.



MAR/22-12-10



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lunes, diciembre 13, 2010

El pescado y los bistecs

María Cartín Jiménez decía que era bruja, de las de verdad, nacida y criada en Escazú. La recuerdo menudita y de largos trajes grises con una melena muy blanca, suave y reluciente, que peinaba por largo rato para luego hacerse unas grandes trenzas, que organizaba en forma de moños, frente a un espejito minúsculo de marco de latón que colgaba de un clavito en la pared del corredor. Luego se sentaba a enrollar el tabaco, que sacaba de una vieja y despintada cajita de lata, en papeles amarillos casi transparentes, que fumaba despacio, mientras nos contaba cuentos de su infancia, de por allá en las montañas del antiguo pueblo, riéndose hasta casi desmayar al ver nuestras caritas atemorizadas cuando los espíritus en pena aparecían en escena.

Sentado en el quicio del corredor, mientras mis hermanas estaban en la escuela, observaba a mi abuela paterna peinarse, ansioso a la espera de alguna de sus anécdotas recreadas en imágenes vivas, donde gentes con nombres y detalles tan reales que nos llegaban a parecer parientes o conocidos, interactuaban con ella y los muertos vivientes, por las calles de Escazú, mientras los curas advertían que todo sucedía por culpa de tanta bruja. Pero mi abuela María jamás podría haber sido una bruja de verdad, porque siempre lograba sacarnos risas abundantes cuando ya estábamos a punto de llorar de angustia con sus terribles imágenes de espantos y luces de muerto o cadenas arrastradas por almas en pena que deambulaban por las calles empedradas que bajaban de los cerros.

A veces los cuentos se enredaban y se entrelazaban de manera que se nos hacían inverosímiles y entonces soltaba las carcajadas al hacerse obvio que nuestro miedo desaparecía pues la habíamos sorprendido en sus enredos y el miedo era sustituido por el triunfo momentáneo que para nosotros significaba el confirmar que estaba improvisando situaciones terribles, pero irreales, que casi casi habíamos creído.

Mi abuela me mostró la riqueza de las vidas de la gente, lo divertido que podría ser fijarse en lo que hacían, perder el miedo que sólo surgía por creer más de la cuenta y la importancia de poder reírse de cualquier cosa, incluyendo sus propios equívocos y su experiencia cotidiana en el San José de principios del siglo XX.

Nos narraba con seriedad y voz pausada, los momentos terribles que le había tocado vivir en su adolescencia, mientras lavaba ajeno al atardecer luego de trabajar desde la madrugada en casas de señoras del pueblo. Historias como la de aquella noche en que al volver de colgar la ropa al fondo del patio escuchó un extraño ruido como de matracas y al volver para ver qué pasaba, la ropa había desaparecido y lo que había eran esqueletos guindando en los alambres de púas, dónde acababa poner la ropa, que se mecían y chocaban con la brisa que los hacía tronar como quebrándose.

Entonces nuestra imaginación volaba desde la casita entre cafetales de Moravia hacia los potreros de Alajuelita o San Antonio, que visitamos en algunas ocasiones luego de recorrer las ferias pueblerinas dónde vendían la chicha y el chinchiví. En esos potreros se sentía que los cerros casi se venían encima: aquel con la inmensa cruz y el otro de farallones rocosos verticales que llamaban Pico Blanco y por dónde las brujas volarían y se esconderían.

De mi abuela María aprendí también a llamar las cosas por nombres distintos de los normales y a burlarme de la gente impertinente, como la vecina entrometida que escuchaba con disimulo las conversaciones de pared de por medio, cuando María Cartín ya vivía por las viejas casitas de la Cruz Roja, a orillas del Río Virilla cerca del Paso de la Vaca, en ese entonces ella alquilaba en una vieja cuartería donde todo se escuchaba. Algunas vecinas chismeaban despreciativamente sobre su extrema pobreza, entonces ella llamaba al almuerzo a su único hijo, quien deambulaba por las orillas del río: ‘Manueeeel, ya está listo el pescado’ o ‘veniií, que se te va a enfriar el bistec’, pero lo que había era guineos cocidos o sopa negra con tortillas y mi abuela lo que hacía era provocar la envidia y la maledicencia de la vecina, quien no entendía como gente tan pobre comía tan bien todos los días.

martes, diciembre 07, 2010

Datos y habladas en Chepe

En las elecciones municipales del 3 de diciembre del 2006 en el cantón central de San José se emitieron un total de únicamente 30.453 votos, de los cuales 26.190 fueron válidos, de manera que hubo un abstencionismo del 86,3%. Hubo 4.263 votos nulos o blancos.

En las elecciones de ayer, 5 de diciembre de 2010 (según datos preliminares del 97% de las mesas), el abstencionismo bajó unos pocos puntos pues llegó a 81.5%, y de un total de 40.559 votos emitidos, la cifra de válidos fue de 40.051 y el número de nulos y blancos fue tan solo de 508. Votaron poco más de 10 mil personas más en 2010que en 2006 y los ‘blancos y nulos’ se redujo casi en 4 mil votos. Así el número de votos válidos subió de 26.190 a 40.051, o sea 13.861.

El PLN ganó, en diciembre del 2006 con 69 % y un total de 18.079 votos. El PAC obtuvo el segundo lugar con 19.1%, o sea un total de 5.012 votos. Así la diferencia entre primer y segundo lugar fue de 13.064 votos.

En diciembre 2010 hubo tendencias contradictorias, mientras el PLN crece en su número absoluto de votos válidos a 24.737 (aumenta en 6658 votos), baja su porcentaje a 61.8 (7,2 puntos) dado que tanto el aumento del total de votos válidos subió (se redujo la abstención de 86,3 a 81.5, o sea en 4.8 puntos, y que a la vez hubo mucho menos votos nulos o en blanco (3755 votos menos). El comportamiento del segundo lugar, el PAC es mucho más pobre, pues aumenta poco en los votos absolutos al alcanzar solo 6504, o sea solo aumento en 1492 votos en estos cuatro años, lo que lo lleva también a bajar su porcentaje en casi 3 puntos porcentuales (en este caso también en razón del aumento del total de votos válidos absolutos). Un tercer partido, el PASE en 2010 alcanza también un porcentaje parecido: 15.2 % y 6094 votos válidos, pero no había participado en las elecciones de diciembre 2006, a la vez que otros partidos pequeños casi desaparecen, como el caso del PML que obtuvo 3.4 y otros, mientras que Alianza por SJ que obtuvo 5.1 no participó en esta ocasión. Debe enfatizarse que estos porcentajes rondan ciertamente un monto absoluto de votos que es increíblemente bajo, en alrededor de mil o poco más votos, dado que los totales de válidos andan por encima de los 26 mil en 2006 y 40 mil en 2010, aun cuando la abstención sigue por encima del 80%.

Así en términos de válidos, el PLN sí logra aumentar su propia votación del 2006 en casi un 27%, pero el segundo lugar, el PAC solo en 22%, y la diferencia entre ambos se muestra abismalmente alta al comparar los absolutos: 24737 a 6504 (casi 4 veces).

Si los votos válidos fueron 40.559 y solo representan el 18.5%, el universo de votantes anda por los 220 mil. Si los resultados de las votaciones se ven fríamente en relación con el número total de votantes habilitados para emitir su voto en el cantón central de San José (dado el 81.5% de abstencionismo) las dimensiones del ‘éxito relativo’ de los 2 y 3 lugares (en ambas elecciones) se muestran en su realidad cruda y triste, más allá de las explicaciones y habladas.

No hay justificación alguna, no se trata de lo que el partido que ganó logró (que, como se ha dicho, subió en absoluto y bajo en porcentaje) sino de lo que los otros siguen siendo incapaces de hacer. Por lo demás, otros partidos cantonales obtuvieron más votos con universos muchísimo más bajos (7400 de 10 mil en Curridabat, o 5 mil de 11 mil en Escazú), o sea con mucho menos exposición nacional y sin figurones como candidatos (y el PAC mismo, 5300 de 11 mil en Aserrí) y, compitiendo todos contra el mismo partido tradicional, el PLN.

Si un partido obtiene tan solo 6 mil votos de un universo total de 200 mil, muestra cuál es su capacidad real de movilización, organización y motivación de los electores. Ponerse con poses altisonantes y sentirse satisfechos por mover 6 mil personas de más de 200 mil es absurdo, son puras habladas para tratar de ocultar un inmenso fracaso.

No solo el partido ganador obtuvo 4 veces más votos que los dos que le siguen, sino que estos luego de varios años de estar en la prensa, la radio y de presentar su oferta electoral en cada barrio y comunidad, con campañas de acusaciones capciosas y ataques personales a mansalva, no logran mover más votos que los requeridos para ganar, por ejemplo, una elección universitaria o de un sindicato, pero absurdamente lejos del universo de población votante del cantón central de San José, la más populosa y la más importante alcaldía del país.

jueves, diciembre 02, 2010

Los nísperos estaban deliciosos

Por la callecilla hacia arriba de dónde estaban nuestras casitas, entre cafetales y potreros, se veían miles de flores amarillas y mariposas multicolores a montones, entre los árboles de guabas, guapinol y cuajiniquil junto a grandes higuerones que servían de sombra al cafetal. También había mucha guayaba, cas y nísperos, que traíamos para disfrutar la tarde lluviosa en el corredor de las casas o para la jalea que hacía Doña Dora, mi madre.

Don Lalo tenía su finquita con los más hermosos árboles, pero en especial los de níspero, amarillos con los racimos colgando. El señor, ya mayor, cuidaba diariamente y, con su machete desenvainado, correteaba a los intrusos, así que había que concentrarse en los árboles de la cerca que permitían saltar desde una rama a la calle, en caso extremo.

Tuvimos varios casos extremos, el que más recuerdo fue cuando saltamos y corrimos, Jose y yo cuando teníamos como 7 u 8 años, desde el árbol a la calle con ramos enteros de nísperos. Yo era miedoso y no subía muy arriba, pero Jose era audaz y hábil para caminar sobre delgadas ramas sosteniéndose en otras más altas, mientras arrancaba los racimos y los iba dejando caer. Cuando escuchamos los gritos que se acercaban, al unísono gritamos: ¡Lalo Cueta! y saltamos. Jose estaba muy alto y cayó mal, igual corrimos y nos metimos en la alcantarilla de la entrada al Saint Clare, a comer nísperos, como a 200 metros de dónde, en el lindero de su finca, don Lalo nos buscaba, y muy cerca ya de nuestras casas.

Acabamos con tres o cuatro ramos cada uno mientras nos reíamos de Don Lalo y rememorábamos nuestra hazaña. Cerca del medio día nos fuimos a nuestras casas y prometimos ‘como hombres’ no decir nada, aunque a Jose le dolía ‘un poquillo’ el brazo.

Horas después al final de la tarde Doña Leoni llego a mi casa y le preguntó a mi madre, un poco al despiste para que yo no entendiera: ¿Dora no te dijeron nada de alguna caída o golpes allá arriba por la calle La Hermenegilda? Mi madre me volvió a ver con su mirada interrogadora, fuerte, dominante, penetrante; pero yo ya la conocía, así que me hice de piedra. Al caer la noche llevaron a Jose al hospital y le enyesaron el brazo completo pues tenía quebraduras en varias partes, se había aguantado el dolor desde media mañana. Pero los nísperos estaban deliciosos.

miércoles, noviembre 03, 2010

ESCAZÚ EN MATA REDONDA

Escazú fue hasta hace pocas décadas un pueblo tradicional, con sus casas de adobe o bahareque, sus plazas e iglesias, sus boyeros y carretas, sus tradiciones, sus leyendas y por supuesto, sus cerros. Lo mismo había sido Santa Ana, al otro lado del Alto de las Palomas, más caliente, más bajo, más alejado, casi en las afueras y ya, en su frontera, estaba Villa Colón, el antiguo Bajo de Pacaca, límite sur-oeste del Valle Central, que por esas décadas era un pequeño poblado rural. Hacia el sur de Pacaca se empezaba a subir por un camino sinuoso hacia el paso de cordillera al pacífico, subiendo primero el Alto de Quitirrisí, donde aún se localiza el último puñado de descendientes de los pueblos originarios del valle.

Treinta años bastaron para que se diera un cambio radical con el traslado hacia esos lares de los sectores de alto (y altísimo) ingreso, proceso que en primera instancia fue liderado por el comercio de alto nivel, con sus grandes centros comerciales (que extrañamente empezaron a ser denominados ‘plazas’, cuando las únicas plazas que se ven son las de estacionamiento) y sus grandes centros de oficinas (llamados con originalidad ‘oficentros’). La autopista a Caldera, que sólo llegó durante más de treinta años hasta Ciudad Colón, facilitó el acceso y la urbanización nueva, pero a la vez distinta del resto de la ciudad de San José: edificios en altura, de cuatro a diez pisos, usualmente, para condominios comerciales y residenciales, grandes complejos que incluyen centenares de comercios en edificios de pasillos techados, hoteles y muchos pisos de estacionamiento, y la más variada oferta de diversión nocturna incluyendo restaurantes casi exclusivos –léase: muy caros-.

Los ‘condos’, que se vislumbran en las pequeñas colinas y venden un ‘estilo de vida’, el paisaje y el aire de sus verdes colindancias, se protegen con un hito semi-urbano típico de los guetos de ricos, copiados también por sectores de ingreso medio: tapias altas, alambradas de cuchilla, cercas electrificadas y portones con guardianes privados, por donde se ven salir costosos autos de lujosas marchas, raudos, rumbo a la autopista colindante.

Las viejas fincas de café y las pequeñas propiedades agropecuarias de auto-subsistencia, fueron erradicas y sus residentes segregados hacia afuera: las zonas más altas casi rurales propensas a deslizamientos y avalanchas, o los barrios de tugurios (algunos convertidos en ‘proyectos’ estatales de cajoncitos prefabricados y sin servicios), o las cuarterías en que se fueron convirtiendo algunas viejas casonas de los barrios del centro y las vemos quemarse cada tanto en las noticias del medio día.

Más recientemente, ese estilo escazuceño de urbanización ha venido creciendo sobre su límite este, hacia el centro capitalino, ha ido dejando ya el viejo cantón de las brujas y se come poco a poco el sur del distrito de Pavas y, como parte de un impulso institucional para densificar la ciudad (denominado también extrañamente ‘repoblar San José’, como si este no estuviera ya poblado), sigue hacia Mata Redonda.

Hasta hace pocos años, antes de la crisis mundial vinculada al sector inmobiliario y financiero, se anunciaban cerca de treinta nuevos edificios con más de diez pisos y algunos con más de veinte, que ya no sólo se salían de Escazú y subían por Pavas, sino que llegaban a La Sabana y cubrían sus alrededores, lo mismo que por el Paseo Colón y la avenida 10.

Ese empuje inicial se hizo más lento y menos agresivo (en la competencia comercial y las presiones hacia las instituciones), pero continúa y se mantiene todavía la construcción de varios edificios, ya no tantos, alrededor de ese parque, que por ser el más grande de la ciudad, forma parte esencial de la oferta inmobiliaria: el parque se vende con los condos tanto por lo visual-paisajista, como por el aire y el verdor.

Sin embargo, la zona de La Sabana no es similar a la campiña escazuceña, no se trata de reconvertir viejísimas fincas de café o minifundios improductivos, comprar y expulsar, segregar física y socialmente. La Sabana está ocupada por comercios, residencias (de diversos sectores de ingreso) y edificios institucionales, pero a la vez, sus calles son las mismas de hace 50 años, al igual que el resto de la infraestructura.

El nuevo impacto inmobiliario, la densificación, tiene como ventaja el disfrute de una infraestructura ya construida. Ahí están las cloacas, las cañerías, los tendidos eléctricos y telecomunicaciones. Lo mismo se podría decir de las calles alrededor del parque o a lo largo del Paseo Colón y demás avenidas, por donde se acerca la nueva urbanización hacia el casco central de la ciudad capital. Sin embargo, estas calles tienen ya diversos usos de enorme impacto, particularmente en las vías. De hecho todas sus esquinas son puntos críticos, ya prácticamente saturados:

1. En la esquina nor-este del parque nace/termina la autopista que lleva al aeropuerto internacional, toda la extensa ciudad del nor-este y la carretera interamericana norte. Es de hecho la entrada a San José desde las provincias de Alajuela y Guanacaste (toda la zona norte, de océano a océano) y el resto de la región centroamericana. Lo que incluye las principales zonas industriales que se ubican precisamente al lado de esa autopista, con sus cercanos barrios de alto ingreso, hoteles, grandes comercios y centros de convenciones.

2. En la esquina sur-oeste del parque también nace/termina la pista hacia Caldera, una extensión de la construida 30 años atrás, hasta Ciudad Colón. Esa es la conexión con el principal puerto de carga del pacífico, Puerto Caldera. Es la nueva carretera que comunica el pacífico central y sur; o sea, la carretera costanera que lleva hasta Panamá y que en breve se convertirá en la principal ruta de la carretera interamericana, el corredor comercial que va de México a Panamá, que sustituirá la vieja y peligrosa ruta montañosa de medidos del S XX.

3. El costado este de La Sabana recibe todo el tránsito que viene del/va hacia el casco central y que comunica con las grandes barriadas del oeste: Pavas y parte de La Uruca, con sus grandes guetos de pobres formados por decenas de miles de familias que dependen esencialmente del transporte público. Centenares de busetas, buses destartalados y viejísimos automóviles que funcionan como ‘taxis piratas’, y más recientemente el tren, mueven esa enorme masa de población que pasa varias veces al día por los dos lados, sur y norte, de La Sabana; sin contar, claro las barriadas residenciales que colindan al oeste y se extienden hasta topar con esos barrios de pobres, en el extremo dónde el Río Virilla y el Río Tiribí se juntan.

4. Un elemento esencial que ahora es necesario considerar es el nuevo estadio nacional, que surgió luego del inicio de este nuevo proceso, como una decisión puntual, del Poder Ejecutivo, que no tomó en cuenta su contexto urbano. Ese estadio (‘el monstruoso mamotreto’, al decir de don Beto), es ya un hito urbano esencial. Se aprecia desde diversos sectores de la ciudad y tendrá una capacidad para treinta y cinco mil espectadores, pero casi no tiene estacionamientos. Es de hecho algo totalmente nuevo, porque el viejo estadio tenía muchísimo menos capacidad y además dejó de funcionar hace alrededor de dos décadas. La nueva urbanización en altura deberá compartir esas calles existentes ya saturadas con las actividades masivas del nuevo estadio, que serán cotidianas y permanentes, pues de lo contrario no podría financiarse ni siquiera su mantenimiento.

Cada uno de los edificios proyectados puede tener más cien apartamentos que incluyen en su oferta dos estacionamientos. Una revisión rápida de los proyectos en construcción, muestra una oferta de apartamentos de 60 m2 hacia arriba (de aproximadamente un millón de colones -US$ 2.000- el metro cuadrado). Muchos de ellos ofrecen oficinas, además de los apartamentos residenciales. Los pisos bajos estarán destinados a comercio y diversión, además de oficinas, mientras que los superiores, a residencia. Esto significa que los pisos bajos tendrán una demanda de más de dos espacios de estacionamiento, pues se deberá satisfacer las necesidades de los oferentes del servicio (en cada oficina serán varios profesionales, que de seguro tendrá cada uno su auto), así como también las necesidades de los clientes o pacientes, como llaman los médicos a sus clientes. Todo ello sin tomar en cuenta la llegada consuetudinaria de los transportes de servicio y comercio que atenderán los nuevos cientos de ocupantes.

En consecuencia, las calles locales recibirán cientos de nuevos autos por cada edificio construido, su demanda de transportes de mercancías y servicios de mantenimiento, junto a las demandas de todo tipo de establecimientos complementarios. Además, las cloacas recibirán sus aguas servidas y su basura, pero también las viejas redes eléctricas y de telecomunicaciones deberán atender miles de nuevos clientes de televisión e internet.

Con la llegada de este tipo de urbanización, en altura, se mezclan dos tipos de ocupación: una tradicional, que mezcla diversos sectores de ingreso en una pequeña zona, comunidades con su iglesita y sus áreas comerciales de viejo cuyo; otra nueva, que tiende a segregar y a aislar a sus ocupantes del resto de la comunidad: su comunidad son los condóminos y sus fronteras las alambradas.

El uso diverso de La Sabana y sus alrededores, con muy variados tipos de ingreso y su urbanización tradicional, en extenso, baja densidad y un solo piso, cambia radicalmente al aumentar sustancialmente la densidad y el tipo de poblador. Acerca dos tipos de población, dos tipos de barrios, el de muy alto y el de bajo-medio ingreso, pero no los mezcla.

Los miles de familias que llegarían eventualmente a residir en esas decenas de edificios, ahora tan solo en proyecto, tendrán que compartir su espacio con las masas. Su vista no será nada más un parque arbolado de eucaliptos y el lago, sino también, las decenas de miles de asistentes al nuevo estadio. Deberán compartir su espacio con las decenas de miles de autos que ingresen a San José desde todo el norte del país y Centroamérica, así como, el transporte público requerido por cientos de miles de personas que viven en Pavas y La Uruca, que pasan por La Sabana dos o más veces al día.

En 2010, durante la última temporada lluviosa intensa, como las del 2005 y 2008, las calles de alrededor de La Sabana se inundaron muchas veces en su extremo oeste –como lo vimos en vivo a medio día mediante las cámaras de televisión en la zona-, y los niveles de las aguas cubrieron por completo todas las calles como torrentes que corrían arrastrando basuras y deteniendo el tránsito por completo por varias horas.

Todo el sistema de cloacas colapsó en muy diversas ocasiones a pesar de la intensa labor municipal en la limpieza semanal de la basura que se acumula. Pero de todos modos, casi todos los días en horas de alto uso, las esquinas colapsan frente al intenso tráfico, y eso que todavía no funciona por completo la nueva carretera a Caldera con su tránsito pesado desde y hacia el puerto, junto al que vendrá por esa vía desde la costanera –aún inconclusa-. En todo caso, es obvio el colapso de la circunvalación y las calles de La Sabana con el tránsito de miles de automóviles que vienen de Santa Ana y Escazú, de las nuevas residenciales de los grupos de mayor ingreso, prácticamente todas las mañanas.

El actual colapso ocasional –por las lluvias- o diario –por el transporte normal-, en el futuro deberá sufrir el choque de formas y estilos de urbanización, de uso distinto y masivo, sobre viejas infraestructuras ya saturadas. Esto es lo que habrá que mitigar cuanto antes, porque es evidente que no se hizo ninguna prevención, todo lo contrario, se impulsó la ruta del conflicto y el colapso. Habría que replantearse el plan regulador correspondiente y sopesar los cambios necesarios en las regulaciones y las inversiones indispensables para que, al menos, no se atasquen del todo las infraestructuras, se protejan los derechos de los actuales residentes y también, las enormes inversiones en marcha.

En el futuro próximo, los compradores de apartamentos de dos mil dólares el metro cuadrado que esperan alguna plusvalía, deberán vender las nuevas realidades, a menos que haya una inmensa inversión pública en nuevas cloacas, y en general, en nueva infraestructura para los usos que ahora se están planteando, la situación que será inmensamente más grave. De lo contrario, los vecinos de los condominios, que ahora se ofrecen en preventa en montos que van de cien mil dólares hacia arriba, deberán vender con pérdidas o podrán disfrutar de la basura en toneladas luego de cada llenazo o evento multitudinario del estadio nacional, durante los cuales, obviamente no podrán salir, pues los alrededores de La Sabana estarán totalmente saturados… como cuando vino el papa. Y si el estadio se ocupara en época lluviosa, también tendrán las calles inundadas, no sólo de autos, sino de cloacas.

Impulsar diversos tipos de urbanización o cambios no implica solamente disponer de financiamiento, construir y vender, sino de invertir en la infraestructura requerida y evitar los conflictos que podrían darse, impactando con ello no sólo en la vida cotidiana sino las finanzas. El costo excesivo en que se pueden vender apartamentos –con precios en La Sabana similares a los de Escazú y Santa Ana- no tendrá réditos, ni para los habitantes o residentes, ni para los inversionistas que pretenden obtener plusvalías con la venta que esperan hacer en algunos años.

En consecuencia, resulta esencial diseñar, financiar y construir las nuevas infraestructuras, especialmente las del transporte colectivo, que evite el colapso total y definitivo de las esquinas de La Sabana, aprovechando la actual crisis financiera internacional para regular u ordenar el proceso que, ya obviamente, va hacia un conflicto de dimensiones no conocidas en el país: el proceso de ocupación de Mata Redonda por parte de Escazú.

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MAR 03/11/10

lunes, octubre 25, 2010

TIERRA DE NADIE… ¡me la apropio!

Durante el período final de la guerra revolucionaria en la parte sur de Nicaragua, los llamados ‘terceristas’ iniciaron la conformación de un ejército más formal, menos guerrilla, cuando ya tenían varios años de prácticamente dominar gran parte de la franja al sur del Río San Juan, fronteriza con Costa Rica, y amplios territorios de la zona colindante costarricense. Había, muchos los sabíamos y los conocimos, campamentos y áreas de re-abastecimiento y hospitales de campaña en, por decirlo de alguna forma, ‘los dos lados de la línea divisoria internacional’. Eran zonas de montañas o charrales con viejas fincas semi-abandonadas, con poca población muy dispersa. No había, no obstante, casi nunca la hubo, presencia policial o administrativa del gobierno costarricense.

Tachito se quejaba por acciones irregulares armadas desde el extranjero y el gobierno costarricense las negaba a pies juntillas, aunque eran obvias para la población de los cantones limítrofes y conocidas de muchos periodistas y gente ‘informada’. El nuevo ejército que se estaba constituyendo necesitaba armas de verdad y ellas llegaron desde el lado de Costa Rica, en aviones que aterrizaban en diversos aeropuertos, ‘no clandestinos’, con tolerancia del gobierno nacional. Desde la perspectiva costarricense, las milicias del FSLN en el ‘Frente Sur’ constituyeron la primera línea de defensa militar que tenía el país ante las amenazas crecientes de Somoza. El gobierno costarricense contaba también con el apoyo político, diplomático y militar de los presidentes de Venezuela y Panamá, pero las armas para los irregulares llegaron de muchos lados, en cantidades y tipos muy variados.

Tolerancia fue también lo que tuvo la siguiente administración cuando, luego del triunfo sandinista en 1979, se inició la guerra contrarrevolucionaria, tanto desde Honduras como desde Costa Rica, aunque desde aquí en mucho menor grado. Muchos sabrán que entonces los aviones descendían en aeropuertos más pequeños y un poco más encubiertos, en fincas de gentes muy conocidas, algunas extranjeras y beligerantes en temas políticos. Igual que en la anterior administración, gran parte de la tierra costarricense que se había cedido a la lucha armada contra el gobierno dictatorial de Somoza, se le cedió también a la lucha armada contra el gobierno presidido por Ortega. La guerra de la ‘contra’, desde el sur, también usó grandes franjas de tierra de la margen derecha del Río San Juan y tenía por ahí sus corredores seguros y recibía abastecimiento y armas, todo ello, sin que interviniera para evitarlo ninguna autoridad del gobierno costarricense; incluso, después de haber declarado la ‘neutralidad perpetua’.

En los 20 años siguientes a la derrota electoral de los sandinistas (1990), hubo varios intentos de impulsar proyectos y programas binacionales limítrofes. Algunos centrados en la protección ambiental y otros en inversiones, e incluso en investigación de temás más amplios vinculados a las necesidades de desarrollo regional incluyendo aspectos culturales e históricos junto a los geográficos, hidrológicos o biológicos.

Algunos de estos proyectos tenían fuerte componente académico y apoyos financieros externos o de organismos multinacionales. Sin embargo, ninguno ha logrado consolidarse y tener impactos significativos en la zona fronteriza del San Juan como un todo, aunque quizás ahora se pueda decir que se conoce más la zona y habrá algunos impactos puntuales.

Es obvio que los gobiernos nicaragüenses, de diversas propuestas políticas o ideológicas, lo mismo que los gobiernos costarricenses, han tenido una actitud más bien de abandono; esto a pesar de que se ha dado mucha alharaca con las acciones ante la Corte Internacional y las disputas sobre derechos de navegación, etc.

Nunca se ha puesto en marcha con profundidad un programa regional y ambiental de desarrollo binacional y de la cuenca, que permita impulsar inversiones y desarrollar actividades conjuntas gubernamentales o privadas para proteger y a la vez disfrutar de la inmensa riqueza paisajística y la biodiversidad, así como las opciones de tránsito.

Lo cierto es que la zona sigue siendo un área con exigua y dispersa población, que tiene tierras en concesión con escasa explotación y amplias áreas de conservación, las que tampoco reciben la atención mínima adecuada. Ha sido selva poco cuidada, con montaña que presenta talas por un lado y otro, la mayoría ilegales; invadida desde tiempos coloniales por todo tipo de aventureros, salteadores o saqueadores, tanto desde el Caribe como desde el gran lago, el legendario Cocibolga.

Siglos atrás, fue sitio de ocupación, temporal u ocasional, de piratas y colonialistas europeos de muy diversas nacionalidades e inspiró proyectos quiméricos y fantasías sobre riquezas exuberantes. Los españoles construyeron el ahora llamado ‘castillo viejo’ y batallaron por el control del acceso al gran lago con relativo éxito por décadas. Durante la ‘campaña nacional’ fue escenario de las batallas por la ‘vía del tránsito’ –el Río San Juan-, que era esencial para el abastecimiento de las fuerzas filibusteras.

Sin embargo, los pobladores de sus riberas desde entonces siguen viviendo en extrema pobreza, pescando tiburón y otras especies menores en las barras, los caños y las lagunas aledañas, o sembrando lo básico para la auto-subsistencia. Desde Colorado a la zona del Río Sarapiquí, todavía subsisten con algunas actividades turísticas de escaso desarrollo y muy dispersas, prácticamente siempre, en el límite de la subsistencia. Esto, con excepción de algunas actividades de pesca deportiva y turismo más organizado en hotelería de pequeña escala con orientaciones eco/turísticas emprendidas en los últimos años.

Más recientemente, ha sido un sitio de escondite y tránsito para narcotraficantes y contrabandistas de toda especie y hasta tema de novelas. En la zona se ha traficado, por muchos años, con las armas que permanecen en buzones de la época de guerras. Últimamente, se han ido consolidando mafias organizadas que controlan el tráfico de armas, de drogas y de personas, de norte a sur y del Caribe a las zonas de distribución, vía Río San Juan. También se ha traficado con gasolina y víveres desde los poblados costeros costarricenses pues los inmensos humedales casi desiertos son perfecto sitio para ocultar embarcaciones y mercancías ilegales.

En los últimos años, se han puesto en marcha algunos proyectos de gran escala (que vienen planteándose desde mucho tiempo atrás), proyectos que el gobierno nicaragüense busca consolidar en su territorio: el río San Juan y su margen izquierda. Estos proyectos debieron, desde un inicio, coordinarse y ser objeto de búsqueda de información en detalle; de exigencia, por parte del gobierno costarricense, de la aplicación de la legislación internacional y los tratados. Lamentablemente, no se hizo y el actual gobierno ha seguido las pautas de los anteriores, dándole la espalda al río y a la población costarricense que trata de sobrevivir a duras penas en su margen derecha, en Costa Rica, pues. Peor aún, dándole la espalda a las inmensas oportunidades y potenciales que podría tener el desarrollo de la región norte y la cuenca del San Juan con sus ríos tributarios desde Costa Rica.

Estos grandes proyectos deberían, necesariamente, ser de carácter binacional y bajo control gubernamental. Si un gobierno decide ir por su cuenta en su territorio, el vecino deberá estar vigilante e informado de todos sus extremos, así como de las consecuencias que pueda darse en su espacio nacional y los impactos que tenga sobre su población. Esto, sobretodo, por lo increíblemente frágil que es el hábitat regional, con grandes humedades y llanuras en la cuenca del Caribe, que recibe grandes ríos de montaña de un país y desagua al gran lago del otro país, así como el impacto de huracanes y tormentas tropicales reiteradamente.

La escamaruza de los últimos días, entonces, con la pequeñez e insignificancia que tiene, debe ponerse en ese contexto de abandono oficial y ocupación irregular, de gentes dispersas y escasa intervención, con seguridad cero en prácticamente toda la cuenca baja del San Juan y la zona de su desembocadura que ocupa amplias áreas de los dos países por la importancia del caudal del Río Colorado, que es enteramente costarricense.

No se trata entonces de recordar frases altisonantes como aquella de que la ‘soberanía se defiende con las armas en la mano’, que es muy nicaragüense; o la más autóctona de pretender hacer que los labriegos sencillos deban ‘la tosca herramienta en armas trocar’ que cantamos en el himno nacional. No se trata de soberanía sino de abandono.

Es de estúpidos recurrir a juicios xenofóbicos o nacionalistas a ultranza, desconociendo la historia, la economía y la cultura regional.

En este contexto de abandono por siglos, hay que tener presente que el señor Pastora es un personaje histórico de la región fronteriza, nacionalizado costarricense, que lideró en parte la ocupación del Frente Sur sandinista y luego la ocupación de la contrarrevolución. También fue empresario pesquero y de otros tipos de tráfico, en toda la zona a lo largo las dos márgenes del San Juan y durante las últimas tres décadas.

El señor Pastora podrá ser semi-analfabeto, vociferante y bufón político, podrá decir que otros no conocen los tratados de límites y resoluciones de cortes internacionales; todo para sacar una sonrisa de quienes saben que es el señor Pastora quien no las entendería.

El señor Pastora, no obstante, conoce con el mayor detalle toda la zona fronteriza y las dos márgenes del río, y sabe perfectamente dónde es territorio nica o territorio tico. Ahí ha vivido décadas, ha negociado y ha combatido, recorriendo las trochas y los trillos, los caños y los riachuelos, es conocido y conoce a la gente y debe haber tenido negocios con decenas de pequeños empresarios de los dos países por muchos años.

El señor Pastora sabe perfectamente que durante más de 30 años esa zona ha sido tierra de nadie y que cuando ha querido, siendo de la oposición a los gobiernos, ha dicho, me la apropio y lo ha conseguido…

Se habrá dicho, con su proyecto gubernamental, ¿por qué no ahora?

viernes, octubre 15, 2010

AMSJ: la Metrópoli-tica

Mucho más que las selvas tropicales,
Plácenme los sombríos arrabales
Que encierran las vetustas capitales
1


La metrópoli capitalina es doblemente sede del Gobierno central y el nivel superior de sus tres poderes, junto a la de varios municipios –sedes del poder local electo-. En Costa Rica, no existe un distrito nacional político y administrativo propio de la ciudad capital, el Área Metropolitana de San José (AMSJ) incluye tanto el territorio del cantón central como el de once cantones (parcial o totalmente)2.

San José y su Área Metropolitana están muy lejos todavía de poder considerarse ‘ciudades sin confines’ –como muchos denominan a las grandes manchas urbanas que se perciben casi infinitas desde la escala humana–, pues al contrario de muchas metrópolis europeas, asiáticas o americanas, sigue siendo una pequeña ciudad con límites claramente definidos, particularmente, en su extremo este, donde todavía el alto de Ochomogo sigue siendo una barrera amplia y verde que separa el AMSJ de Cartago, la antigua ciudad colonial. En el este no hay todavía el efecto de conurbación completa, como sí se ha ido dando con la ciudad de Heredia, la otra cabecera provincial al norte, y en una medida todavía incipiente, con la ciudad de Alajuela al extremo oeste.

Los elementos básicos de la ciudad-capital se extienden territorialmente sin interrupción a lo largo de las microcuencas que conforman la cuenca alta del Río Tárcoles, que desagua al Valle Central. Así, la organización urbana del territorio, más que simplemente articulado, constituye un espacio construido como un todo intrínsecamente organizado, con una estructura funcional que abarca desde los límites extremos (no tan lejanos, a pocos kilómetros) a las sedes principales de alta centralidad que marcan la rutina predominante: residencia/trabajo.

Por supuesto que lo enunciado no es casual, se debe a la intervención estatal, oportuna y visionaria (décadas atrás), que creó Parques Nacionales en los macizos volcánicos (Irazú-Turrialba), la Zona Protectora de La Carpintera y las Zonas Especiales de Protección del Plan de la Gran Área Metropolitana (GAM), estas últimas desde 1982.

Tanto en lo simbólico como en lo institucional y legal, así como, en lo territorial y lo arquitectónico (el espacio construido desde la escala individual a la urbano-regional), la articulación intrincada de intervenciones (privadas o públicas), de diversas dimensiones, no puede comprenderse con una racionalidad unidimensional, desde lo nacional o desde el municipio, su comprensión requiere del análisis preciso, detallado y objetivo, sustentado en una visión multifacética e interdisciplinaria de escala intermedia: la subregión, que en Costa Rica ha sido definida formalmente desde hace cuatro décadas, pero ahora ha alcanzado realidad existencial, como unidad espacio/temporal: el AMSJ.

El AMSJ fue concebida como dimensión de planificación, cuando todavía no era una zona urbana indiferenciada, cuando únicamente era una red de pequeños poblados casi rurales articulados por viejas calles de cafetal o de carretas, que tenían como eje articulador la ciudad de San José, con límites más bien muy restringidos. Una ciudad creada con la exportación cafetalera a lo largo de un par de generaciones desde mediados del siglo XIX, que se empezaba a configurar progresivamente, sin extenderse mayor cosa a lo largo de un siglo, pavimentando poco a poco las callecillas de cafetal y construyendo los puentecitos de la época del Presidente Cortés; hasta la transformación abrupta que vino con el auge económico de la segunda posguerra y la construcción de un nuevo tipo de Estado con la amplia intervención surgida a partir de la década de los años cincuenta del siglo XX.

El AMSJ pasó de tener 190 mil habitantes en 1950 a 511 mil en 1973 y a 999 mil en el 2000 (según los Censos Nacionales publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, INEC). Los datos oficiales sobre el crecimiento de las otras ciudades cabeceras de provincia del Valle Central, muestran como en ese medio siglo, de 1950 a 2000, se fue constituyendo poco a poco el Gran Área Metropolitana (GAM), aunque de manera desarticulada. La GAM, hasta el año 2000, con su dimensión regional, todavía presentaba con claridad las grandes diferencias existentes entre el AMSJ (como una sola ciudad) y las otras ciudades de la GAM –Heredia, Alajuela y Cartago- las que habían tenido un acelerado proceso de crecimiento, en contraposición del AMSJ que apenas crecía.

No obstante, es en este territorio, el AMSJ, donde se han dado los cambios más dramáticos al interior de los cantones que la componen, algunos de ellos con un crecimiento abrupto, tal es el caso de Desamparados, Alajuelita, Escazú, Santa Ana en el sur, Moravia, Tibás al norte y Curridabat al este. En unos casos, producto de la aglomeración de grandes centros comerciales, así como, por el enriquecimiento de grupos de alto ingreso caracterizados por sus guetos protegidos por alambradas y muros. En otros casos, por el hacinamiento y altísima densidad de los poblados, ocupaciones inducidas y proyectos de vivienda estatal –inconclusos y deteriorados, ejemplos de arqueología urbana contemporánea– que se aglomeran y llegan a constituir grandes guetos de pobreza.

Los movimientos reivindicativos urbanos y las luchas populares desde las comunidades pobres han sido elemento esencial del proceso de formación del AMSJ y (aunque en pequeña escala) presentan también rasgos comunes con otras ciudades del continente, lo que no sucede con respecto a la producción industrial y la constitución de una gran masa obrera/industrial correspondiente a tal desarrollo, del que se ha carecido.

En relación con estos movimientos sociales, la respuesta institucional ha impulsado una ciudad segregada y segregacionista, donde un rasgo común perceptivo y cultural ha sido el ir identificando ciertos barrios con los inmigrantes internacionales y adicionado entonces la xenofobia a la segregación.

A lo largo de los últimos 50 años del siglo XX, en el AMSJ se ha concentrado el sector de ingreso medio, medianamente calificado o técnico y profesional, que sirve en la estructura burocrática del nuevo Estado Interventor o en el comercio y los servicios financieros que concentran buena parte de la población metropolitana, junto al pequeño, pero creciente y más reciente, contingente de ingreso medio/alto que labora en sectores como el de las telecomunicaciones, la industria electrónica y las tecnologías de información.

Es en este periodo de cambio de siglo, cuando en el mundo entero no sólo se consolida una sociedad basada en la comunicación global, dependiente de ésta, sino también, cuando la ciudad surge como su punto de encuentro, como cada uno de los nodos esenciales de la red mundial, que permiten la expresión tanto de hechos concretos (informativos, culturales), como de procesos políticos y económicos globales o subregionales a escala planetaria. Como ejemplo sobresalen la más recientes crisis económicas de los centros financieros del planeta, las guerras de intervención en Asia y el impacto del abrupto crecimiento de economías denominadas ‘emergentes’, en particular en el denominado ‘anillo del pacífico’, el cual compite, cada vez con más éxito, con el bloque europeo (también en construcción) y con la principal potencia que surge de la época pos guerra fría; competencia en la que repiten patrones de extracción y explotación inmensamente depredadores y contaminantes que se perciben y sufren intensamente en las ciudades del siglo XXI.

En el proceso se aplica una forma particular de corporación y una racionalidad propia de ésta, que redistribuye el trabajo y los servicios por el mundo entero, pero sigue centrando en algunas grandes metrópolis las decisiones sobre la distribución de inversiones o de contrataciones, en forma de redes de trabajo vinculados a la red mundial.

En Costa Rica, es el AMSJ la sede urbana que centraliza el mayor acceso a la red mundial de telecomunicaciones y el trabajo de miles de técnicos o profesionales jóvenes a ella vinculadas. Así, aunque es una pequeñísima ciudad, es también una ciudad capital y articulada estrechamente con los procesos globales, tanto los laborales como los económicos, un nodo más de la red global urbana; es el centro neurálgico de las sedes bancarias de las corporaciones financieras de escala planetaria en el país, lo que sin duda se hace notar en el paisaje urbano y arquitectónico de la ciudad.

Es en el AMSJ donde finalmente se expresa el impacto que la crisis mundial tiene en la economía abierta del país, y aunque éste es más obvio en regiones de alta afluencia turística o especulación inmobiliaria, termina por influir en la metrópoli capitalina en una doble vía. Primero, por el resultado directo de estos vaivenes sectoriales en una variedad de rubros: comercio, turismo, finanzas, inversión inmobiliaria, e incluso, los vínculos con China. En segundo lugar, por el efecto indirecto que implica, por ejemplo, la llegada de migrantes de regiones deterioradas, de alto desempleo, con cambios abruptos coyunturales o por la migración internacional más bien estructural, que se vincula con las diferencias internacionales en la región del istmo centroamericano y su contexto mesoamericano y caribeño.

La relación campo/ciudad se rediscutió ampliamente, desde hace medio siglo, frente al surgimiento de las megaciudades en el proceso de industrialización sustitutiva –en el sur– y la conurbación en las nuevas ciudades que concentraron los servicios, telecomunicaciones y centros financieros del mundo –en el norte–. La conurbación y la macrocefalia urbana en Latinoamérica, bastante común, tiende a crear inmensas demandas y enormes desperdicios, junto a inmensos cúmulos de desechos líquidos y sólidos, contaminantes y sin tratamiento, lo que lleva a la discusión teórica de varios aspectos que centran la atención regional (aunque pasan desapercibidos para muchos en Costa Rica y prácticamente están ausentes de la discusión a escala municipal) como son:

o La crisis urbana y la migración rural, segregación social y segregación urbana, frente al crecimiento de la renta del suelo y la política de vivienda.

o Los impactos ordenadores legislativos e institucionales: la renta del suelo frente a los controles carentes de recursos técnicos –como catastros multifinalitarios– y las políticas de asignación de usos del suelo por la simple y obsoleta vía reglamentaria: el ‘zoning’, la vialidad radial y circunvalación, la propiedad horizontal y surgimiento de guetos de ricos y guetos de pobres.

o La política social en ciudades predominantemente ilegales, la legalización y los esfuerzos de titulación, frente al crecimiento abrupto de la migración que crea una demanda no solvente concentrada en sitios donde encontrar trabajo.

o El crecimiento en extensión y bajo nivel, la ocupación de laderas o montañas circundantes, con contaminación de acuíferos y destrucción de cuencas.

La política urbana y el urbanismo contemporáneo han pasado de las influencias de la escuela de Chicago a los avances teóricos de los estructuralistas de la escuela francesa, de enorme impacto en América Latina en los años 60s y 70s, que centraron su análisis y propuestas en las contradicciones del espacio urbano como espacio de consumo y priorizaron el análisis de lo que llamaron los ‘medios de consumo colectivo’ por sobre los procesos productivos. La crítica ‘marxista’ y la crítica ‘sistémica’ por igual, impulsaron los enfoques ‘estructuralistas’ y crearon condiciones para un urbanismo ‘pos/ modernista’ que enfoca lo particular y se enfrenta a la desregulación, tratando de integrar impactos localizados e impulsos o sistemas generados de tendencias, más que la simple zonificación y regulación.

Si bien en Costa Rica estos temas han sido objeto de discusión académica, están ausentes en programas municipales, se han dejado de lado en planes regionales que siguen todavía planteándose como si la perspectiva de la II posguerra fuera la vigente y punto.

El exceso relativo de trámites se ha tomado como excusa para la desregulación a ultranza y la maraña burocrática existente, en muy diversas instituciones, se ha convertido en un obstáculo para alcanzar una efectiva determinación de los ámbitos de lo posible y lo deseable en lugares, situaciones y condiciones específicas. Aun cuando la legislación es pródiga con relación al uso posible del espacio, hay todavía grandes vacíos no solo en el campo mismo de la gestión jurídica, sino también en la aplicación mínima de muchas normas o responsabilidades. Esto es así, en particular, en el campo de la regulación pro-activa, aquella que determina no sólo qué no se puede hacer, sino en especial, qué se debe hacer, lo que resulta fundamental para el diseño de planes reguladores y de ordenamiento territorial regionales y subregionales, que sean a la vez planes de pre/inversión y orienten la intervención privada, o comunitaria, sobre el territorio; instrumentos que guíen el desarrollo como estrategia y no como una carlanca que se aferra en forma casi indisoluble a los reglamentos recién inventados para evitar que se pueda hacer algo.

Los cambios en las últimas décadas y la tendencia confirmada a conurbarse hacia el norte y con ello integrar al AMSJ la vertiente norte del Río Virilla, exige modificar la definición formal, jurídica del AMSJ, de manera que incluya varios cantones de Heredia, en particular Santo Domingo y Heredia centro, e incluso San Pablo o Belén, pues están totalmente integrados en una sola mancha urbana continua con los cantones de Tibás y San José.

En cambio, a pesar del crecimiento hasta ahora importante a lo largo de las rutas hacia Alajuela y de la ciudad de Alajuela, sobre prácticamente toda la extensión del cantón, todavía hay amplios espacios, grandes extensiones no urbanizadas entre Heredia centro y Alajuela o en la zona más al sur a lo largo de la autopista, que todavía al final de la primera década del siglo XXI no permitiría determinar que estos territorios al oeste sean parte de la aglomeración metropolitana. Estos territorios requieren un enfoque distinto desde la perspectiva planificadora: aquella en que se articula su organización y planificación administrativa, de largo plazo, en términos de región, o sea, en la escala de la denominada Gran Área Metropolitana de SJ (en un nuevo Plan GAM) y no en el nivel del AMSJ, que seguiría restringida como una unidad de planificación intermedia entre esta sub-región y la organización territorial de los cantones que son el asiento territorial y jurisdicción de los gobiernos locales.

Es utópica la constitución a mediano plazo de un equivalente a distrito nacional o central (que existen en grandes capitales como México o Londres) con un único gobierno local para toda el AMSJ, de ahí que no tiene objeto discutir su necesidad relativa en la escala y estructura espacial costarricense. No obstante, sí es indispensable la integración de organismos de planificación y ordenamiento territorial, ambiental y urbano a escala de la AMSJ (y debería ser parte substancial de los programas de gobierno de todos los alcaldes, en conjunto, de cada uno de los cantones del AMSJ, incluyendo aquellos que deberían integrarse a los del norte de San José ya anotados).

Lo señalado demanda la articulación y acción conjunta en temas tan obvios como el transporte y la infraestructura básica (calles, carreteras, puentes, disposición de desechos sólidos y líquidos, alcantarillado, agua potable y electricidad, así como redes telefónicas), pero también, exige incursionar en otros quizás menos obvios, como son la inversión pública en vivienda y asentamientos humanos, el manejo y el desarrollo de las micro cuencas y cuencas (de hecho toda la cuenca alta del Río Tárcoles), así como, en otros aspectos referidos a la constitución del AMSJ como ‘ciudad global’ con sus sedes financieras y de telecomunicaciones que se centralizan en alta densidad en la capital.

Es conocido, que las microcuencas no abarcan más de dos o tres cantones. Algunas de ellas se inician en zonas de alta pendiente y muy deforestadas, o en contraposición, a lo largo de barriadas densamente habitadas, transformándose rápida y fácilmente con la lluvia normal estacional, en torrentes que inundan rápidamente las zonas más céntricas de las cabeceras de cantón. Así, es fácil que colapsen vías claves como la circunvalación o las radiales a las cabeceras de cantón en la periferia de la ciudad de San José y por tanto, la planificación y organización, así como, la gerencia o administración de la microcuenca, debe ser parte de un plan de mayor escala, es decir, de un plan para el conjunto de la AMSJ, donde se definan las microcuencas y las cuencas de ríos como el Tiribí, Torres, María Aguilar y Virilla desde los extremos sur-este y nor-este del valle central hacia el inicio propiamente tal del Río Tárcoles, al extremo oeste de la ciudad.

Es en esa dimensión subregional en dónde se puede concebir y ejecutar un plan regional de gestión del riesgo frente a desastres, que integre lo social y lo técnico, la política social con la política productiva, que determine derroteros de carácter ambiental indispensables para la seguridad humana.

Esta tarea requiere algo más que coordinación entre alcaldes y grupos técnicos de los municipios, se necesita algo más que la simple colaboración por vía de organizaciones de municipios de escala sub-regional y sus apoyos más bien privados o de organismos no gubernamentales, esto demanda sin duda, la organización y puesta en operación de un organismo planificador técnico que reúna variedad de municipios (sedes del poder local y regidos por funcionarios electos en forma directa con vocación y propuestas político partidarias), para superar la escala local que tienen alcaldes y técnicos municipales.

Los gobiernos locales, sus alcaldes y técnicos usualmente tienen amplios conocimientos del detalle (los barrios, la cabecera cantonal y de distrito y los problemas urgentes: calles, alcantarillado y recolección de basuras, cobro de impuestos o patentes, etc.), aunque carecen de una perspectiva territorial de mayor escala, tanto la inmediata como la macro-regional y más aún, de los enfoques correspondientes más bien a corredores biológicos, comerciales, tecnológicos, energéticos, o para el conjunto de una cuenca, una costa o una cordillera. Estas escalas, que escapan al municipio, son las que requieren una atención más bien de carácter técnico, permanente, estable, o planes que tengan carácter de ‘asunto de Estado’ y no el de un simple programa o proyecto local-cantonal.

Hasta ahora, no se ha integrado un programa complejo que permita potenciar las múltiples fuerzas, energías, experiencias y disciplinas, que se trace metas de largo plazo y canalice recursos a las diversas entidades u organizaciones en la medida de su contribución a los objetivos y metas inmediatas y en función de su especialidad disciplinaria. Por tanto, se requiere consolidar un equipo técnico de trabajo inter disciplinario e inter institucional que permita acceder a nuevos conocimientos, experiencias y diversos enfoques sobre aspectos de urgente atención, como son aquellos referidos la sismicidad, la aglomeración-densidad, los aspectos hidro/geomorfológicos, pero también aquellos de índole socio económica y espacial, incluida la vialidad y las formas apropiadas de circulación de poblaciones superiores al millón de habitantes.

Si bien en el ámbito sub-regional, es decir del AMSJ, la trascendencia y la urgencia de fortalecer las líneas de trabajo técnicas, académicas y políticas para la intervención social y económica en el territorio es cada vez más aceptada, al menos de palabra, se carece todavía del impacto mínimo necesario, continuando así –en las acciones privadas o particulares- por los caminos de la improvisación, la trasgresión de las normas y la búsqueda de salidas legales para evitar los límites que se pretenden orientar por vía de planes reguladores, zonas de protección o áreas de uso restringido.

Se imponen entonces, son una necesidad urgente, las acciones que lleven a poner en práctica los planes de preinversión urbanos/regionales y las estrategias de desarrollo denueva base territorial –la cuenca, la micro/cuenca, la subregión metropolitana, los corredores biológicos y sociales, las áreas de megaproyectos, las zonas dadas por concesión o en zona franca- como alternativa a las restricciones esquemáticas y reglamentistas. Urge un enfoque heurístico y holístico, que integre el territorio de la AMSJ, no sólo como superficie geográfica, sino también, que incluya el subsuelo y el espacio aéreo, los recursos naturales y la biodiversidad.

Esta es una perspectiva que deberá concentrar presupuestos de inversión comunes y programas con sus proyectos que rebasen en mucho la escala del municipio y las disponibilidades técnicas de éste, incluso las de aquellos más importantes en presupuesto y capacidad de recursos humanos como el del cantón de San José. Esa es la escala propia y correspondiente a la Oficina de Planificación del Área Metropolitana de San Jose (OPAM-SJ), que se creó formalmente con la ley de planificación (#4240) medio siglo atrás, y pronto se dejó morir casi abruptamente, quitándole el financiamiento y los recursos humanos, hasta cerrarla. Empero, no es sino una estructura institucional técnica de ese tipo la que debe y puede asumir las tareas de la escala correspondiente a la región metropolitana, para orientar un futuro promisorio del AMSJ, la Metrópoli de Costa Rica.




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1. Casal, Julián del (Cuba) “En el campo”.
http://www.sifuesepoeta.com/11131--julian-del-casal--en-el-campo.html

2. El Área Metropolitana de San José (AMSJ) incluye las áreas urbanas de los cantones de: San José, Escazú, Desamparados, Aserrí, Goicoechea, Alajuelita, Vázquez de Coronado, Tibás, Moravia, Montes de Oca y Curridabat.

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A publicar próximamente por la Revista AMBIENTICO, UNA.

martes, octubre 12, 2010

DE DOMICILIOS Y FALSEDADES

En 1977 por instrucciones ‘del partido’ cambié mi dirección electoral para Puntarenas –junto con un buen grupo de compañeros de San José y San Ramón, entre otros sitios- pues me pasaría mucho tiempo por allá en los últimos meses del período electoral del 78 y de hecho, votaría allá en el distrito de Barranca, donde colaboraba en la organización de cientos de familias que había ocupado el Playón del Río Barranca, simultáneamente con los de Cangrejal, en los humedales de Chacarita, pero además organizábamos los comités del FPC en toda la región. Mantenía obviamente mi residencia real en San José, pues estudiaba y trabajaba en la UCR, vivía en San Pedro, pero mi trabajo político estaba en el puerto, de hecho, fui el ‘fiscal general’ del FPC para el cantón central de Puntarenas y estuve en el centro de votación hasta la madrugada, cuando llegaron los sacos con material electoral de Chira y las otras islas del golfo junto con las de los distritos de la península.

Cientos de miles de ciudadanos vivimos en un lugar y votamos en otro, y de ahí lo crucial que es la organización del transporte y la financiación gigantesca que se requiere para trasladar esa enorme masa, a veces cientos de kilómetros, para que pueda votar muy lejos de su residencia habitual.

No es algo solo casual o de la gente del pueblo nada más. De hecho es público y notorio que Ottón vota en las mañanas muy temprano en ‘su cantón’ –Pérez Zeledón- y luego se traslada a otros lugares, pero todos sabemos que desde principios de los años 1970s, cuando se vino a estudiar a la UCR (y fuimos compañeros en el ‘grupo de estudio’ por años) casi siempre ha residido en San Pedro, aunque fue diputado por Pérez. De hecho su casa de San Pedro es un hito urbano y se dan direcciones tomándola como referencia: de la casa de Ottón cien… Oscar también vota en Heredia y fue diputado por Heredia, pero todo el mundo (literalmente) sabe dónde queda la casa ‘de Oscar’, pues ahí ha residido por décadas, antes y después de ser dos veces presidente, y también es un hito urbano desde el que se indican las direcciones en Rohrmoser y ahí recibe a dignatarios y desde ahí gobernó al país; pero vota en Heredia y la prensa lo sigue en tumultos cuando va a depositar su voto en la vieja escuelita y saluda a sus maestras de primaria: todos lo vemos cada 4 años.

En muchas ocasiones, que sería ocioso citar, los partidos pequeños han movido sus gentes para que voten en determinados lugares, cambiando su domicilio electoral, incluso en grandes cantidades, cuando por ejemplo en una provincia se tienen más posibilidades de elegir en cierto cantón y se trasladan votantes seguros de otros cantones para aumentar esa posibilidad y concentrar fuerzas. Esa es una opción ampliamente conocida desde hace muchas décadas, en mi caso la conozco desde las elecciones de 1973. No obstante, todos mantienen sus residencias habituales y solo cambian su domicilio electoral, fácilmente, mediante un trámite en el registro.

Después de las elecciones del 78, cambié de nuevo mi domicilio electoral, pero a Moravia de dónde era oriundo y dónde viví mi infancia-adolescencia, pero seguí residiendo en San Pero. Más recientemente cambié mi domicilio a San Juan, La Unión, aunque voto en San Diego, del mismo cantón, pero es muy difícil conocer quiénes son los candidatos de las listas cantonales pues casi siempre la atención se centra en el pueblo de Tres Ríos y no en las urbanizaciones. Es aún peor en lo referente a diputados que son personas de Cartago que por aquí no se conocen y que difícilmente vendrán por la parte de Pinares que también representan en la Asamblea.

Hace muchos años escuché una referencia jocosa sobre el tema, cuando Tony Pacheco nos decía que siempre había querido ser diputado por Alajuela, su ciudad de siempre, pero que el PLN (siendo candidato a ‘diputado nacional’ en las elecciones del 94) le asignó representar Alajuelita, y decía muerto de la risa, que quizás por razones de tamaño eso era más adecuado.

En mi plan de vida política esperaba trasladar, para las próximas elecciones, mi domicilio electoral a Parrita, donde eventualmente, en algunos años, iré a residir y esperaba empezar mi carrera en el 2014 como síndico por Isla Damas. No obstante ahora tendré que tener cuidado, no me vayan a acusar por falsedad ideológica y así nunca arranque esa exitosa carrera política con que esperaba cerrar mis días, ya que solo ser pensionado frente al mar es muy aburrido, ¿o no?

Hoy pierde la sele 0-3 (análisis de coyuntura)

Hoy pierde la sele 0-3 frente a la selecta y mañana Li destituye a Lavolpe luego de presentar su renuncia irrevocable. En el puerto se organizan ‘redes sociales’ para pedirle a Li que vuelva a rescatar la gloriosa divisa naranja y le ofrecen como incentivo elegirlo por aclamación en la alcaldía del cantón central.

La prensa acuciosa le pregunta a Tijerino si no le parece sospechoso que el argentino resida en Méjico y viva en la opulencia sin trabajar, y este cauto responde que nombrará una comisión y guarda prudente silencio (no quiere hablar demasiado pues su acento nica lo hace también sospechoso, junto a René, por mantenerse callados respecto de la presa y drenaje que Ortega está haciendo en el río San Juan).

Antes que la comisión se constituya, faltaba más, la Contraloría manda a restituir a Lavolpe y en una resolución redactada por el antiguo responsable de ‘concesiones’ se le recompensa con extender su contrato hasta el 2018 y un aumento de 50% de salario, que se pagará prorrateado como recargo a las entradas de las graderías de sol del estadio chino, para lo que se harán casetas nuevas tipo peaje.

La prensa presiona en Zapote pues Marquitos no quiere hablar para evitar meter la pata pero la señora de la casa, que sí opina hasta sobre el origen de las papas, dice que no le extraña que la sele siga perdiendo pero que eso es algo que también se le debe a OAS.


MAR (12-10-10)

sábado, octubre 09, 2010

Por un Plan Integral para el Desarrollo Urbano Sostenible

-HACE MAS DE DIEZ Y OCHO AÑOS Y NADA-

Por Radio Universidad de CR
30 de junio de 1992


Las primeras lluvias del año han servido para mostrar la gravísima condición en que viven importantes sectores de la población del Área Metropolitana de San José y muchos pobladores de muchas otras partes del país. Primero los derrumbes empezaron a causar muertes y poco después las inundaciones dañaron o destruyeron decenas de viviendas. De inmediato se ha planteado la necesidad de trasladar a cientos de familias de las zonas en peligro inminente, sin embargo muchas familias se niegan a su traslado considerando que las condiciones de su nuevo sitio no mejorarían sustancialmente su actual condición, y si perderían todo lo que tienen, producto del ahorro familiar de muchos años.

En efecto, si bien la localización de centenares de pequeños albergues, ranchos y viviendas es causa de peligro inminente, también es cierto que las familias se han localizado en esos peligros sitios por años y han alcanzado alguna estabilidad y cierta mínima comodidad como producto de su trabajo, la mutua colaboración y la presión sobre las instituciones. En todo el proceso no ha faltado una buena dosis de clientelismo político y electoral a escala municipal, de diputados o instituciones, que han permitido a los vecinos la obtención de algunos servicios como redes eléctricas y de agua o alcantarillado.

La emergencia como política ha sido la respuesta durante los últimos tres gobiernos. No se ha aplicado ni preparado un plan integral de desarrollo urbano que permita la protección de recursos con la amplia participación de los vecinos en programas de desarrollo ambiental comunitario. Los planes inmediatos de traslado se han dado como respuesta al conflicto o a la tragedia. Los vecinos han sufrido años de pésimas condiciones y trabajo de mejoramiento del barrio y sus viviendas, pero las alternativas que las instituciones les han propuesto han sido: traslados a mayores tugurios, pérdida total de su ahorro por años y del hábitat alcanzado. Han tenido que pasar otros tantos años de penurias en sus nuevos sitios, con nuevas presiones y trámites para lograr la construcción viviendas, muchas sin la infraestructura mínima necesaria.

Las grandes fincas estatales donde se ha acostumbrado re-localizar tugurios desde 1982 se han mantenido en sitios de extrema penuria y escasa dotación de infraestructura por años, antes de que finalmente se incluyan en algún presupuesto los fondos para la construcción de viviendas mínimas, o una nueva emergencia o campaña electoral imponga la necesaria inauguración, la cual ha llegado dos veces en muchos casos.

La creación de nuevos y grandes ‘precarios’ en fincas estatales es una tendencia que hay que romper. El que las nuevas tragedias del inicio del invierno vuelvan a enfrentarse con traslados masivos a viejos tugurios estatales simplemente lleva a las familias a enfrentar nuevos problemas y nuevos peligros. Las familias saben que ello no es una solución.

En el actual proceso de ajuste que impone políticas de descentralización sin que las Municipalidades tengan capacidad alguna para asumir los nuevos costos, y políticas de focalización sin programas alternativos para la población que queda descubierta, se requiere vislumbrar algo más que un nuevo plan de emergencia. La debilidad de la organización comunitaria y su escasa capacidad para proponer opciones alternativas ha llevado a muchos a la resignación o a la resistencia a sufrir nuevos traslados de emergencia.

Los desastres naturales no son naturales, son producto de la falta de opciones a la necesidad inefectiva de vivienda, infraestructura y servicios colectivos. El uso excesivo e inadecuado de zonas de alto riesgo destruye el medio natural y termina por destruir las viviendas.

La grave situación impone la inmediata puesta en marcha de un Plan Integral para el Desarrollo Urbano Sostenible, unido a una estrategia de Desarrollo Ambiental Comunitario, que permita evitar nuevas tragedias en el resto del período de lluvias e inicie el proceso definitivo de recuperación de zonas peligrosas y de rehabilitación de los tugurios estatales.

jueves, octubre 07, 2010

LOS CHINOS DE RESTAURANT SON UNA CLASE SOCIAL

LA NOVÍSIMA TESIS DEL DR. ARGÜELLO: LOS CHINOS DE RESTAURANT SON UNA CLASE SOCIAL.


Partamos de una definición:

“las clases sociales son grandes grupos…etc.” todo mundo la conoce.

Pues bien, si se analiza con detalle los ‘chinos de restaurant’ (CH-R), no importa si son hombres o mujeres, viejos o jóvenes, gordos o flacos (aunque casi todos son flacos) cumplen a cabalidad y en forma bastante rigurosa con la definición, como pasaremos a especificarlo adelante; pero además, desde otras perspectivas menos siglo XIX también se puede coincidir, por ejemplo analizando aspectos más bien de carácter cultural –o super estructurales- como la lengua, la espacialidad y territorialidad, la música y hasta los adornos de los restaurantes, similares en todas partes del mundo: farolitos con dragones y borlas rojas, espejos con marcos dorados, lámparas o jarrones de imitación ‘china’, algunas paredes pintadas de rojo profundo, menús con nombres poco entendibles, etc. Los CH-R se encuentran en todo el planeta, excepto en China, donde no hay ‘chinos de restaurant’ porque todos son ‘chinos de la China’ (incluyendo los de la provincia de la isla de Taiwán y los de la península e isla de Hong Kong --香港, por sus caracteres chinos, creo--).

Ahora bien, pasemos a los detalles de la definición/tesis. Sin duda, los CH-R son chinos, como se puede observar empíricamente en cualquier lado con solo verlos fijamente a los ojos, pero no son chinos cualquiera, ciertamente casi siempre tienen la nacionalidad del país en que residen y muchos son nacidos ahí mismo (incluso en el sentido más estricto, es decir nacidos en el restaurant) aunque siempre hay recién llegados no se sabe exactamente de dónde, pues todavía no hablan el idioma local y casi nunca tienen papeles migratorios, hasta que por alguna razón típica de su clase social (en lo super estructural por supuesto) terminan casándose o teniendo familia en forma endogámica, o sea con alguien que era CH-R desde antes, o nacionalizándose, y ya a partir de ahí se unen a ese grupo nacional, pero nunca dejan de pertenecer a su clase social que trasciende fronteras nacionales, regionales y continentales –con la excepción antes hecha explícita de la China completa (la República Popular y sus provincias ocupadas por tropas y empresas extranjeras –no me refiero a Shangai sino a Taiwán-). Así los chinos de restaurante son un ‘grupo humano’ (muy unido por cierto) indistintamente del país en que residen o del idioma secundario que hablen –el primer idioma es el chino, claro- y muy grande, de hecho sin contabilizar en el planeta.

Aparte de que son un gran grupo (con lo que se cumple con la primera característica de la definición ya citada arriba, como puede verse), son clase social en tanto que comparten una misma posición –“lugar que ocupen”- en relación con la producción: usualmente producen shop suey o pato y cerdo agridulce, o arroz cantonés (que dicho sea de paso NO existe en Cantón en China, tampoco, y es exclusivo producto de los CH-R), y todo lo hacen con recetas muy similares –conocimiento- y cocinas similares –tecnología-, no importa si el restaurant está en Londres, París o Cinco Esquinas de Tibás (el que recomiendo, dicho sea, otra vez, de paso). Adicionalmente, este es sin duda un sistema históricamente definido de producción pues no había CH-R en tiempos antiguos, en Roma o Catal Juyuk, y se podría decir que coinciden casi por completo con los tiempos que inician con el Siglo XX y siguen creciendo y conformándose en lo que podría considerarse, ya esto en forma tan solo hipotética, clase para sí.

Es por demás decirlo que los CH-R tienen una clarísima función en la organización social del trabajo, pues se dedican por generaciones a ejercer esa función de producir comida del mismo tipo y con costos parecidos y hasta con presentación y paquetes muy parecidos –además de vender cocas y otros refrescos similares para acompañarla- con pocas diferencias, como por ejemplo el hecho de que algunos utilicen cajas de cartón con colorinches también ‘imitación chino’ y otros simples potes plásticos sin color.

Su dedicación a la venta de comida y la vida en el restaurant los une desde que nacen. De hecho se les puede ver cuando niños jugando entre las mesas y sillas o dormidos por ahí mientras su mamá está de cajera y su papá en la cocina. Por las tardes en la niñez y adolescencia hacen sus tareas escolares con otros amiguitos CH-R en las mesas del restaurant y aprovechan para ver un poquito de TV –en cualquiera de las pantallas que hay desde hace varias décadas en los restaurantes- por sus pequeñísimos rabitos de ojo.
Más tarde o a medio día se juntan a comer comida china del mismo restaurant con palillos en alguna mesa, quizás en las redondas, y hablan en chino entre ellos y los demás comensales no entienden nada en absoluto. Su función social es clarísima al concentrarse en una tarea tan específica y por lo tanto, se pueden tipificar por la similitud en los modos de obtención de sus bienes materiales y la importancia de la parte de que disponen en relación con otras clases sociales; pero a la vez podrían diferenciarse de otras clases o fracciones, como la que podrían conformar los CH-P, es decir los denominados ‘chinos de pulpería’, fracción que incluiría a los que se ubican en comisariatos como el de Puerto Viejo, que también todo el mundo conoce.

Finalmente, estas condiciones culturales, históricas y de localización en la economía en relación con otras clases de seguro está consagrada por las leyes, en la mayoría de los casos, y aparte de algunos secuestros recientes y algunos asaltos o ataques normalmente relacionados con deudas de juego, los CH-R son ejemplarmente respetuosos de las leyes de cada país; aunque esto es discutible en relación con el origen de la carne exquisita que tanto disfrutamos con sus salsas y condimentos. Sin embargo, esto último no podría atribuírsele con certeza a su ‘origen de clase’ pues, y esto es claro en las ciencias sociales más contemporáneas, no hay ciertamente una ‘moral de clase’ en general, sino que este es un comportamiento más individualizado a lo largo de la historia humana.

Aparte.

El rigor del análisis que se pretende haber ejemplarizado en nuestra novísima tesis, y el estricto manejo de la teoría, es el que corresponde con la ciencia social académica, más allá de si se trata de identificar una ‘clase social’ o de hacer ‘análisis de coyuntura’.


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Jueves, 06 de octubre de 2005 (en marblog 5 años después)

miércoles, octubre 06, 2010

MAL RAYO LO PARTA

Pensó alguien el miércoles en la mañana al recordar mi nombre… y casi, casi, casi lo logra !

El rayo cayó directo sobre la ‘caja de fusibles’ de la oficina, con un ruido ensordecedor al explotar la caja y volarse media pared junto a diez tejas del techo de la cabañita. Sí ese, el bonito ‘techo encharralado’ con sus tomatitos y flores amarillas; pero no tocó el güitite, así que al rato los pájaros seguían con su habitual barullo, celebrando quizás el hecho de que ni una sola de las tres paredes de libros tuviera rasguño alguno.

Se achicharró, eso sí, el UPS (un ‘forza’ de los más resistentes del mercado) y todo el resto del equipo electrónico de la oficina: sí, la compu casi nueva con su pantallota de 22” y todo lo demás: teléfonos, impresora, ‘scanner’, parlantes, ‘modem’, inalámbrico y la luz de la mitad de la casa, junto con otros electrodomésticos como el video, tocadiscos, motor del portón, alarmas, etc.

‘Jueputasusto’ hubiera dicho Juanpiapio, quien a los 8 años era experto con la cerbatana, edad a la cual supe que nunca podría tocar trompeta; y de verdad, el estruendo, el humarascal y el cimbronazo fueron inquietantes, para decir lo menos. Metido en un cubo de madera y tejas de barro, fue como estar encerrado en el cajón de un limpiabotas y que un mae le diera un zapatazo con una bota de punta metálica.

Afortunadamente no estaba sentado en mi silla del escritorio, que está a menos de tres metros de la ‘caja de fusibles’, como acostumbro hacerlo todos los días en horas de la tarde, con el pie izquierdo puesto al lado o encima del UPS el ‘achicharrado’) mientras leo o escribo todo tipo de babosadas.

A esa hora, estaba felizmente en la otra cabaña, en el sillón esquinero de la sala, compartiendo un cafecito-conversado, y como a diez metros del impacto. Cero estrés, todo tuanis, pura vida, buena nota.

‘Jueputasuerte’, hubiera dicho otra vez el mismo Juan, quien a galillo pelao trasmitía partidos de fútbol, imitando a Luis Cartín Paniagua (así se presentaba siempre, con los dos apellidos, el Juanimitador), trepado en un palo ‘e cuajiniquil, mientras con Chago, Jose, Beto y Gelber jugábamos mejenga en la callecilla de la Hermenegilda.

Sin duda alguna, la negrita me protege, como a tantos ticos, y por eso apenas consiga unas buenas rodilleras de portero iré a subir la basílica y llevaré como exvoto un UPS de plata en miniatura. Las llevaré debajo de los jeans, claro, para evitar algún periodista acosador que me pregunte si me duelen las rodillas y no vaya a tener que responder con el típico: sisisi nonono, para eso entrené toda la semana, y bueno, Ella quiso que así fuera, todo el honor es para Ella, todo se lo debo a Ella, pero ahora esto ya es historia y hay que seguir trabajando…

En efecto, ya tres días después se ha repuesto la mitad de los chunches, tengo portón, teléfonos y tv, aparte de que ahora mismo don Wanerges, el electricista, está trabajando para que todo quede bien y pueda en los próximos días estrenar el nuevo equipo de oficina: obvio, una compu superchuzo ‘estayofdiart’ con todo y pantallota LED, como corresponde.

Tendrá que esperarse, esa persona mal-queriente, a que un tsunami monstruoso (como el soñado por el gallardo caballero) me pesque en la hamaca de la ‘cabaña del almendro’, o que finalmente se concreten las reiteradas predicciones: se hunda la Isla Damas o el mega terremoto de Nicoya coincida con alguna de mis visitas por la península para discutir los planes reguladores.

Yyy… bueno, me tocó uno de los 40 mil, ojalá me hubiera tocado una de las 80 mil, o mejor aún, unas de las once mil ¡!

MAR/11-09-10

jueves, septiembre 02, 2010

Transporte urbano sin ideas: solo intereses

REVISTA de la CCC: OCTUBRE 2002 : OPINIÓN

Caminar por las calles de nuestras ciudades lejos de ser un placer es un riesgo, una aventura. Ya no solo se sufre al intentar cruzar la avenida segunda de San José, sino también la calle central de San Isidro del General o la principal de Jacó, y ni que decir de las principales entradas al Área Metropolitana con sus puentecitos o la propia vía de circunvalación y sus rotondas, donde se siente que la vida se va lentamente en forma inútil, inexorable e improductiva.

Desde hace más de cuarenta años hay propuestas concretas sobre lo que debería ser el futuro, es decir sobre lo que hoy deberíamos tener, para evitar precisamente lo que ha pasado. Un siglo y medio atrás, ya se trazaban poblados con calles de catorce metros y estricta zonificación (como Puntarenas) y se luchaba, primero por encontrar una vía rápida al Pacífico, y unas décadas después por conectar los dos océanos con tecnología de punta del siglo XIX. Lamentablemente, debe decirse, en el segundo esfuerzo perdimos la costa atlántica pues algún ilustre político de la época se la regaló al empresario que asumió el negocio de construir el ferrocarril, quien también era al fin y al cabo su pariente.

Sin embargo, no se puede decir que no hubiera ideas vanguardistas y propuestas coincidentes con los principales procesos productivos que vinculaban la incipiente economía nacional con el mercado mundial. No obstante, no era suficiente concretar proyectos de transporte vinculados a los grandes procesos productivos –como el propio ferrocarril-; era indispensable también plantearse el problema que surgiría necesariamente al desbordarse las actividades en las principales cabeceras de provincia, y en particular en la capital del país y los dos principales puertos. En efecto, el auge económico y el crecimiento poblacional concentrado en esos tres puntos de la geografía nacional superó con mucho la capacidad de las viejas callecitas empedradas o los areneros de los puertos, aunque se debe reconocer la importancia que para la comunicación expedita tuvieron grandes obras públicas de los años de entre guerras, como los edificios de las aduanas portuarias y los muchos pequeños puentes del valle central cafetalero. Estos últimos permitieron conectar las fincas con los beneficios y a estos con los ferrocarriles y son- todavía hoy- prácticamente los únicos vínculos con los barrios suburbanos localizados en las áreas que ocupaban las fincas cafetaleras.

Lo que pasó en un par de décadas, fue que desaparecieron las fincas de café conectadas por esa intrincada red de callecillas de los años treintas y cuarentas, mientras se construían las urbanizaciones y residenciales de los nuevos sectores medios que surgieron con el también nuevo aparato del estado diseñado y construido a partir de los años cincuentas.

Más que migración rural –como sí hubo en los puertos- lo que pasó en los cantones centrales del valle intermontano, fue que la ciudad invadió el cafetal y en vez de carretas o camiones de café, lo que empezó a transitar fueron los automóviles ocupados en muchísimos casos tan solo por su conductor que reside en la urbanización de la vieja finca y trabaja en las oficinas del centro. Los antiguos trabajadores del cafetal- uno o dos miembros de la familia durante el año y todos durante la cosecha- que tenían ahí sus casitas, y ahí enterraban su basura y disponían de sus aguas residuales, pero también de ahí tomaban su leña y algunas frutas, perdieron sus trabajos y con ello, sus casitas y todos los demás beneficios. Fue entonces, cuando se tuvieron que ir a inventar los barrios de tugurios del sur de San José, primero, y luego del este, del norte y del oeste; cuando el sur era prácticamente el centro ya entrados los años ochentas.

Estos nuevos residentes de barriadas pobres urbanas vendrán a engrosar la clientela del transporte colectivo y los veremos en los autobuses viajando apretujados todos los días desde sus barrios en las riveras de los ríos josefinos a las construcciones de las urbanizaciones ‘suburbanas’ o las zonas francas en las fincas que poco a poco desaparecen. La ciudad que se construye reorganiza por completo las demandas y el tipo de transporte, pues el valle central deja de ser una red de pequeños centros urbanos construidos alrededor de una iglesia, una escuela y una plaza, con su beneficio de café y los caseríos dispersos a lo largo de las calles de cafetal, para convertirse en un grupo reducido de nodos comerciales y de servicios con barriadas extendidas que dependen para todo de viajar al centro: al mercado, la oficina o la fábrica.

El impacto abrupto del crecimiento inicial quedó durante décadas sin resolverse y sin ideas hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, cuando surgieron nuevas propuestas y se fortaleció el interés y la credibilidad en la planificación urbana, en la que el transporte de personas y de mercancías es un elemento central y definitorio. A pesar del impacto real que tuvo la idea de ‘ciudad satélite’ y la zonificación con áreas de protección especial; el tema de la vialidad, el control y orientación del transporte requerido nunca fue una prioridad de la macro planificación, pero tampoco de los planes reguladores municipales.

Como siempre, las propuestas no son suficientes, y lamentablemente en este caso también las pocas iniciativas para organizar el transporte urbano de la nueva ciudad que surgió con la Segunda República, no se concretaron en sus adecuadas dimensiones o en el tiempo requerido, y es así, que no por falta de proyectos, pero sí por abundancia de intereses, no solo no se lograron subsanar los faltantes y orientar las necesidades del progreso económico, sino que se fue perdiendo mucho de lo previamente alcanzado, como la posibilidad de disponer de una vía eficiente que conectara los dos océanos.

La política urbana y sus contradicciones durante los últimos treinta años no solo dejaron de realizar obras diseñadas e indispensables (como la doble circunvalación a San José, la urbana y la rural), sino que en varias administraciones simplemente construían obras totalmente contradictorias con los propios programas de gobierno, como por ejemplo en el período 78-82, cuando se propusieron descongestionar la ciudad pero terminaron ampliando las radiales, con lo que lograron lo contrario al obligar a ‘todo mundo’ a pasar por San José en forma absurda e inútil, pero también costosa y destructiva para la salud y el ambiente . El trazado de rutas apropiadas que tendieran a la resolución de las nuevas demandas acorde con criterios técnicos y modelos experimentados quedó con mucho en el papel, y la planificación territorial urbano-regional no logró superar las situaciones de hecho que fueron creándose con la maraña de intereses donde destacan los autobuseros y sus organizaciones, pero donde también son notables los desarrolladores de residenciales suburbanos y los políticos locales, los que no pocas veces resultaron estar emparentados o asociados entre sí.

Los conflictos surgidos entre los usuarios del transporte colectivo y los empresarios llegaron a producir grandes manifestaciones, huelgas y enfrentamientos violentos durante las décadas de los setentas y ochentas. Aunque se concentraron en la relación tarifas-calidad, se explicaban más bien por esa falta de resolución entre un proceso macro social y económico de cambio que redefinía los requerimientos de rutas, infraestructura y accesibilidad, y las soluciones segmentadas y parciales que mantenían ausente una reorganización integral acorde con la escala y el volumen de las nuevas demandas de transporte. En ese contexto, los cambios y ampliación de rutas, el nuevo mobiliario urbano o la demarcación vial y la relocalización de paradas y estaciones que se observan periódicamente, para no mencionar el bacheo de los huecos que se reproducen sin cesar y resurgen como aves fénix, constituyen nada más un frustrante intento de resolver problemas estructurales con soluciones puntuales y desarticuladas. Mientras tanto, algunos serios estudios técnicos sobre el transporte urbano siguen en los anaqueles y se hacen obsoletos antes de que lleguen a los oídos –de por sí casi siempre sordos- de los múltiples ministros del MOPT.

Los intensos y más recientes cambios del mundo cada vez más urbano del Valle Central, con su creciente conurbación y el desarrollo de inmensos polos de concentración (las universidades con decenas de miles de estudiantes; las zonas industriales y francas con miles de trabajadores; las gigantescas barriadas de miles de viviendas ‘de interés social’ creadas con la bizarra política clientelista de los años ochenta) multiplican la necesidad de transporte urbano en una ciudad cada vez más extendida y en un piso, que ya llega a los límites de la cota mil y se acerca peligrosamente a los bordes de los parques nacionales y las zonas protectoras. Pero todavía se sigue a la espera de que alguna administración termine la antigua vía de circunvalación diseñada totalmente hace más de treinta años, concluya la ampliación de la avenida segunda y amplíe a simples dos vías las calles de cafetal o desvíe los furgones y cisternas que siguen ingresando al casco urbano del Área Metropolitana de San José.

Mientas los accidentes de transito están a punto de convertirse en la principal causa de muerte y generan una violencia apenas contenida – a veces ni eso-, se pierde la oportunidad de utilizar los derechos de vías del ferrocarril que atraviesan la ciudad, donde se podrían construir modernos medios de transporte colectivo, rápidos, livianos, baratos y ambientalmente amigables como los hay en muchas ciudades del mundo; o generar rutas de bicicletas y peatonales que valoricen al ser humano. Pero además, las antiguas amplísimas estaciones de ferrocarril se van convirtiendo en chatarra, no ya en museos, ante la indolencia de los ministros que no atinan a hacer otra cosa que malograr carteles de concesión de obra pública.

Los cambios abruptos en la organización productiva del país continúan y el proceso de globalización supone la construcción de verdaderos corredores logísticos, de comercio y transporte a escala centroamericana y con altos grados de eficiencia y seguridad, pero a la vez exige la eficaz circulación de mercancías y la construcción de nodos estratégicos rápidos y de bajo costo (por ejemplo en los dos puertos principales); pero nuestras principales ciudades carecen de planes de ordenamiento territorial y desarrollo urbano-ambiental que definan cómo debería ordenarse el transporte para los próximos treinta años, como sí se había al menos vislumbrado en la macro planificación de hace 20 años. Al contrario, las corrientes ideológicas predominantes establecen por vía del decreto y por vía del hecho la desregulación a ultranza y pretenden que ‘el mercado’ resuelva las presas monstruosas y la contaminación desmedida que ya empezamos a sentir con claridad en San José. A la vez, juegan con la dignidad de nuestros viejitos y viejitas regalándoles a los autobuseros nuevas tarifas con la excusa del pasaje gratis. Aparte de ello, nos enfrentamos ahora a los libertarios intentos de dejar los taxis ‘por la libre’, dizque para que cada ciudadano pueda ejercer su derecho legítimo de escoger el medio de transporte que considere adecuado y que cada desempleado pueda establecer su propia empresa de transporte colectivo de personas.

En vez de la desregulación, un cambio de la magnitud que sufre el valle y el pacífico central, lo que requiere es una planificación macro regional que trace las líneas del desarrollo y en el marco del cual se diseñen y pongan en práctica los planes micro regionales y municipales, que permitan ver como conjunto la costanera y el corredor que va de Puntarenas a Limón; pero que simultáneamente, resguarden las áreas requeridas para que los tres millones de personas que pronto estarán residiendo en esa zona puedan respirar, obtener agua, disponer de sus desechos y moverse. Si no se diseñan y ponen en práctica los cambios urgentes en el sistema de transporte urbano y suburbano, con sus enlaces en la red vial nacional, cada vez más se enfrentará la ciudad a una virtual paralización, como la que se empieza a vislumbrar en las rotondas y los puentecitos.

Ideas, experiencias y modelos para adaptar a nuestras necesidades los hay, como los trenes ligeros dentro del GAM y hacia el pacífico central, el canal seco sobre rieles y viaductos que no atraviesan la ciudad pero tampoco destruyen las ‘zonas de protección especial’ del Plan GAM, entre otros tantos que permiten adecuar el transporte urbano a las modificaciones del proceso productivo y la localización residencial de millones de ciudadanos. Nuestro país y nuestra ciudad capital siguen siendo relativamente pequeños y nunca llegarán a tener las inmensas demandas de las mega ciudades latinoamericanas, pero sí presentan ya muchos de los mega defectos de ellas, no por falta de ideas, pero por exceso de intereses.

* Catedrático de la UNA - Directivo del INVU

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domingo, agosto 29, 2010

RÉQUIEM POR NEW ORLEANS

Siendo precisamente en los EEUU donde se concentra el más inmenso desarrollo científico técnico y los más apabullantes avances institucionales, pero además donde se concentra la mayor riqueza del mundo y donde tanto las autoridades nacionales como sus instituciones y hasta las organizaciones no gubernamentales son las más ricas del mundo y disponen del más amplio acceso a información de todo tipo, como simuladores de todo tipo y tecnología de todo tipo. Pues en esas circunstancias, cómo se explica que una exquisita ciudad como Nueva Orleáns y sus cientos de miles de habitantes, pero además una extensa franja de cientos de kilómetros sobre la costa del golfo, sufra un impacto tan inmenso como el que se está viendo a dos días de que Katrina dejó de ser huracán y se disipó. ¿Por qué dos días después del huracán el desastre apenas empieza?

Aparte de la ancestral discriminación contra la población pobre y negra y las políticas restrictivas que desde el ‘reaganismo’ ha dejado a muchas ciudades de EEUU prácticamente en bancarrota –sobre todo para disponer de gastos en lo social- hay otros aspectos que deben tomarse en cuenta para empezar a entender ese desastre que empieza y lo que todavía no hemos visto ni en CNN. Por un lado la concentración en un tipo de ‘amenaza’ sin desarrollo suficiente de otras perspectivas, la preparación y el entrenamiento suponiendo un tipo de amenaza y la descripción simulada casi perfecta y los preparativos óptimos de lo que podría suceder en caso de que ‘un huracán de grado cinco impactara directamente’. Pero en este ‘óptimo’, por supuesto, se incluye una perspectiva ideológica de qué es lo que se debe salvar y qué no; de cuáles seres humanos son los más seres humanos y cuales no tanto. Ello incluye la capacidad local y estatal reducida –aunque todavía alta para los estándares de América Latina- y una respuesta que impacta por lo lenta, desarticulada y falta de dirección o coordinación; esto aparte la irritante ausencia del uso de los recursos masivos que se suponía que se tenían disponibles para algo como esto.

Así, los pobres sin carro se hacinaron inicialmente en el ‘superdome’, el superrefugio, uno refugio que casi se diría, “a lo gringo”: grandote, estático, sin mucha flexibilidad, lindo para la foto y ocultando el hecho de que muchos de esos miles son los pobres, sin carro, familias sin información y sin educación y sin opciones en la vida. Negros bisnietos del sur esclavista y, claro, algunas decenas de miles de centroamericanos, hondureños por ejemplo. Pero además, se debe pensar en los enfermos, los viejos y la masa de población que no tiene posibilidades de ir a otra ciudad o donde parientes.

En Nueva Orleáns el lunes en noche aparecía como si hubieran tenido la suerte de que el huracán no diera directo sino al lado y ya el martes en la mañana se podía ver gente tomando cerveza y caminando en nota celebración en las viejas calles del barrio francés y ya casi a la espera del próximo ‘mardi gras’. Pero, ¿qué pasó en las siguientes horas? ¿Cómo es posible que seis horas después el 80% de la ciudad estuviera inundada, en algunos sitios más altos más de un metro y en otros hasta tres metros? Esos sitios están varios metros por debajo del nivel del mar y fueron pantanos y se rellenaron en las últimas décadas para construir los suburbios de una ciudad rebosante de energía y con la industria del turismo y los casinos donde el juego crecía como la espuma de las cervezas en las esquinas de jazz y las calles que recorría en masa casi a diario la juventud ‘americana’ adornada de cuentas de colores. ¿Pero qué pasó con esta capital de estado, una de las grandes ciudades de los EEUU?

Bueno, por supuesto que los barrios y suburbios pobres están en los peores sitios como en todo lado y los indigentes y pobladores que podían fueron llegando poco a poco al superrefugio, aunque cientos de ellos se empezaron a mover cuando la inesperada inundación empezó a darse el martes por la tarde y cientos simplemente no pudieron llegar por la velocidad de la creciente. ¿Por qué no se los evacuó de la ciudad con medios públicos como trenes o autobuses hacia lugares más seguros desde el inicio?

Si se prepara el escenario para un huracán que impacta por algunas horas y luego viene el período de limpieza, juntar los restos de lo destruido, rehabilitar y reconstruir o volver a las casas; entonces pues con agua y comida y atención básica para dos o tres días es más que suficiente para exhibir la maravilla del superrefugio urbano. La peor situación estaría en las barriadas de la costa del golfo que recibirían el impacto directo y como en efecto, se destruirían comunidades enteras y se perdería infraestructura que dos días después estaría reconstruyéndose, como en tantos otros grandes huracanes en la costa del país ‘americano’. Las pérdidas serían grandes, habría muertos por el huracán pues no salieron o se quedaron en sus casas para evitar robos o no podían salir por estar enfermos o muy viejos o muy pobres o ilegales inmigrados de nuestros países.

Pero, ¿cuál era el riesgo real?, ¿era ese un escenario correcto?, ¿se habían revisado y analizado y vuelto a revisar los diques y canales que protegen a una ciudad localizada en un antiguo pantano bajo el nivel del mar? No parece, o no con la precisión adecuada, o no como era finalmente necesario, pues el dique cedió en diversas partes ya horas después de que los vientos y la lluvia habían dejado paso al sol de la tarde del martes. ¿Y no había experiencia en diques que cedieran en la misma región? Sí por supuesto, y ha habido otros huracanes menores, varios por cada década y ahí está el lago y ahí está el mar y ahí está el río en la ruta de los huracanes, y hace un año se realizó el último simulacro y es en EEUU.

Nueva Orleáns está inundado casi por completo y muy contaminado y se tardarán meses para solo limpiar luego de reconstruir el dique y bombear el agua y empezar después a ver si vale la pena reconstruir y qué reconstruir y hacer el recuento de muertos, desaparecidos y demás pérdidas humanas y materiales. Pero se pudo evitar si los diques tuvieran mantenimiento, reparación, refuerzos para ocasiones tan especiales como un huracán grado cinco que se espera de un impacto directo, etc. Ahora el desastre apenas empieza con cientos de miles de refugiados ‘de última hora’, decenas de miles siendo evacuados hasta Houston a más de 400 kilómetros y sin idea de cuantos muertos habrá en las miles de casas cubiertas por el agua contaminada que sigue llenando la ciudad.

Los muertos y demás no se deben atribuir a Katrina sino a quienes, aún disponiendo de la más increíble riqueza y capacidad técnica y organizativa, discriminan y desprecian no solo a un sector de la población sino que al conjunto de los habitantes de una gran ciudad, simplemente porque no utilizan su capacidad para proteger a los seres humanos o al género humano en general. El rescate como siempre aparecerá (y será) heroico, pero pudo haber sido innecesario con las decisiones políticas mínimas adecuadas.

El miércoles temprano un ex alcalde de Nueva Orleáns imploraba la llegada de los militares y decía que había que actuar YA o no se podría salvar la ciudad. Temprano los rescatistas y los cruzrojistas y los voluntarios estaban estupefactos por el inmenso impacto destructivo; pero todavía no reflexionaban –y difícilmente lo harán pronto por lo abrumador de la tarea de rescate- sobre los aspectos ideológicos y los enfoques utilizados para analizar el proceso de construcción económico y política del riesgo que se venía desarrollando en particular durante las últimas dos décadas. Al final el super-estadio dejó de ser el super-refugio y se convirtió en la super-trampa que ahora habría que evacuar y así la respuesta errónea se convirtió en nueva emergencia. Pero toda la ciudad es ahora una super trampa con hasta cien mil habitantes atrapados en una ciudad inundada con aguas muy contaminadas y sin posibilidad de comida o agua, mucho calor y a la espera de las enfermedades que podrán generarse por los muertos y la contaminación. A dos días del huracán los rescatistas están poniendo atención solo a los vivos para evitar muertes y no a los muertos, pues no hay comunicación, ni electricidad ni transporte en la mayor parte de la gran ciudad, por tanto no hay nada que hacer con los muertos.

No se trata de Katrina, sino de las condiciones sociales e institucionales con que se pretende resistir el impacto directo de un fenómeno anual, es decir estacional y cada vez más estudiado y observable e incluso casi predecible en su dirección, tamaño, cobertura, velocidad y posible impacto de sus vientos y lluvias. Todo esa tecnología disponible y falta el analizar la construcción social e ideológica del riesgo que se distribuye en forma muy desigual y falta por supuesto empezar a discutir la economía política del riesgo, en este caso urbano, que lleva a la catástrofe ahora mismo a Nueva Orleáns.


Manuel Argüello-Rodríguez, Ph.D.
Catedrático de la UNA (Costa Rica)
-31 de agosto del 2005-