Octubre es el mes para recordar el inmenso impacto de la ocupación europea de este continente, la casi total destrucción de las culturas autóctonas y el genocidio monstruoso.
Es para rememorar el sufrimiento indescriptible de múltiples etnias y muchos millones de habitantes que murieron quemados, o devorados por los perros y decapitados, o asesinados en masa por los invasores ávidos de riquezas, de oro y dominio territorial.
Es el mes para recordar que los invasores destruyeron las inmensas ciudades y los códices, la historia, las religiones así como inmensa y variada riqueza cultural, incluyendo toda obra de arte que recordara la grandeza alcanzada por la ciencia y la arquitectura en estas tierras establecida, por sus grandes imperios con sus estructuras políticas y sus formas de planificación de la economía y el territorio.
No trajeron la paz y el conocimiento, sino la destrucción y la infamia, y sobre las ruinas impusieron una religión y una ideología cargada de prejuicios y de supersticiones, y la impusieron a sangre y fuego, y sobre los escombros construyeron sus iglesias, las que todavía siguen ahí haciendo lo de siempre, promoviendo la ignorancia y el prejuicio.
Los invasores esclavizaron a decenas de millones y con esa fuerza y esa sangre, construyeron un nuevo imperio económico y militar, de escala global; cuando la fuerza laboral esclavizada empezó a mermar, agotada por los asesinos y las enfermedades y el trabajo forzado, lo reforzaron con cientos de millones de esclavos traídos de otros continentes.
Los descendientes de aquellos pueblos autóctonos y de los esclavos importados, siguen todavía semi esclavizados en muchas partes, o conformando los últimos peldaños de la escala social y el ingreso, con inmensas necesidades y enorme pobreza, excluidos y reprimidos.
No hay nada que celebrar, hay que rememorar esa historia y replantear, una vez más, a las nuevas generaciones, la forma en que se dio ese ‘encuentro’ de culturas, que empezó hace cinco siglos y sigue dejando una estela de muerte, pobreza y aniquilación para millones de descendientes de los pueblos originarios y esclavizados.
martes, septiembre 30, 2014
jueves, septiembre 04, 2014
Movimiento Social y Ambientalismo
Las iniciativas ambientalistas o las más recientes
vinculadas con inversiones en ‘energías limpias’ y temas globales como el calentamiento y el
llamado ‘cambio climático’, no han dado pie a la creación y desarrollo o
consolidación de movimientos sociales.
Su activismo ha ido por otros rumbos, más bien centrados en
organizaciones más convencionales de carácter privado, ya sean empresas o las
viejas organizaciones no gubernamentales o las que se denominan a sí mismas ‘sin
fines de lucro’, aunque, como es público y notorio, algunas de ellas, en
particular de las más grandes que funcionan como corporaciones multinacionales,
con múltiples organismos socios y enormes presupuestos con altas jerarquías muy
bien remuneradas.
De hecho han canalizado hacia múltiples organizaciones,
algunas tan solo de alcance nacional o regional, muchos de los inmensos fondos
de donación, tanto de Estados u organizaciones multinacionales y financieras
internacionales como de empresas privadas o los recientes organismos de ‘responsabilidad
social empresarial’ y los menos recientes de ‘filantropía’.
Todo ello ha permitido una enorme actividad de protección o
promoción de acciones de conservación y desarrollo así como también de
publicidad y promoción de nociones, conceptos o propuestas de modos de vida
amigables con el ambiente, así como empresas vinculadas a ello, como las de
reciclaje o recolección de desechos orgánicos y energía solar, entre otras
muchas.
No obstante todo este no ha generado, quizás porque no se lo
ha propuesto, un movimiento social que respalde las acciones de organismos
privados o ‘no gubernamentales’ y las propias instituciones del Estado relacionadas
con tareas ambientales.
A pesar de la inmensa inversión en la temática y activismo
ambiental, las grandes masas de la población siguen con escasa información, o
si la tienen, no las lleva o motiva a impulsar un movimiento de base popular ni
siquiera de fuerza mediana que se haga sentir en el ámbito político o de los
movimientos populares organizados con bases sectoriales o territoriales
comunitarias.
¿Será acaso necesario ir más allá, dar ese salto que va de
la ONGs y la filantropía a la lucha social y la política así como desarrollar o impulsar un movimiento social
de lucha por el ambiente y la sostenibilidad de la vida en la tierra para las
futuras generaciones, o bastará con las formas empresariales o ‘sin ánimo de
lucro’ (que generan tanto lucro para los gerentes) que han permeado la actividad ambientalista durante décadas?
miércoles, septiembre 03, 2014
Los movimientos sociales del SXXI
Los movimientos sociales del SXXI han sido influenciados
notablemente por la tecnología de punta
y sus precios, la economía en crisis y la reorganización de la
geopolítica a escala global, incluyendo el surgimiento abrumador de los grupos
islamistas con sus modernos ejércitos y su capacidad organizativa y uso de esas
tecnologías para superar las barreras de los estados nacionales del SXX y las
fronteras impuestas por los triunfadores
la segunda guerra mundial 70 años atrás.
Mientras durante el SXX predominaron los movimientos
sociales en el área sindical/laboral y fueron la base de las revoluciones
previas a la guerra mundial, durante el período de la guerra fría surgieron
otras diversas formas de organización y lucha social, particularmente en los
países del llamado Tercer Mundo. Aparte de los movimientos anticoloniales y
contra el racismo, que dieron pie a luchas guerrilleras y luchas
independentistas en vastas zonas de África y Asia, surgieron también nuevas
formas de organización popular donde predominaron las luchas campesinas por
tierra y contra la represión militar, muchas de ellas vinculadas a movimientos
guerrilleros y la inmensa lucha por vivienda y tierra para habitar, que
transformó y reconstruyó el espacio urbano en la mayoría de las ciudades,
incluyendo las principales capitales de Asia, África y Latinoamérica, que
cambiaron su apariencia y paisaje con sus favelas, callampas y tugurios o
villas miseria autoconstruidas o viejas zonas de las grandes capitales ocupadas
por los más pobres.
En todos los casos hubo siempre una inmensa presencia de las
nuevas generaciones, pero no debe ello minimizar la acción específica y propia
de los movimientos juveniles y estudiantiles, algunos más contestatarios,
revolucionarios y anti/dictaduras o antiguerra/pro paz, y otros más
comprometidos con la colaboración para construir el hábitat urbano o la
solidaridad social con los más pobres y tratando de impulsar propuestas
políticas no violentas.
El SXXI ha visto el surgimiento de nuevos e inmensos
movimientos populares, no ya en los países más pobres de Asia, África o Latinoamérica
sino en Europa, el norte de África y medio oriente, (como las llamadas ‘primaveras
árabes’), que luego de la caída de la URSS y la reconstrucción del mapa europeo
se organizaron con base en una nueva generación de jóvenes nacidos no ya en la
posguerra, sino después de la guerra fría y la caída del muro de Berlín, la
generación de los 90s.
Esa nueva generación, que es la generación de las redes
sociales y el video junto al teléfono móvil y conectado a internet irrumpe como viento
fresco en la escena mundial y se convierte en una muestra variopinta de grupos
contestatarios de múltiples formas, propuestas e ideas o principios, ideologías
o religiones o expresiones culturales.
No es un movimiento social, sino múltiples, que tienen en común el uso
organizacional del video inmediato y la televisión vía teléfono móvil, pero
también una cierta ambigüedad política, ideológica y social.
La participación social entendida como en la posguerra ha dado
paso a grandes movimientos de masas que no son dirigidos por partidos políticos
del SXX, sino que se conformar grupos, alianzas y redes (incluso de escala
mundial) y movimientos de múltiples orígenes, alianzas estratégicas variopintas
y desafíos que van mucho más allá de las reivindicaciones materiales, y se
plantean de nuevo la libertad y el cambio radical, pero sin que los una
específica utopía política como las de principios del SXX, tanto en la lucha
por la subsistencia o la lucha por obtener vivienda y un sitio o espacio en el
planeta para poder habitar dignamente, como en las luchas político/económicas
por construir nuevos espacios de promoción social integrados, donde tienen una
inmensa presencia las luchas por los derechos humanos y el respeto a la
diversidad y los derechos de las mujeres, los grupos LBGT o las minorías étnicas
o culturales.
El movimiento social no es simplemente una expresión de
repudio a lo establecido y el poder tradicional de tipo político a escala de
los Estados Nacionales, sino una inmensa mezcla de acciones, algunas
coordinadas y muchas espontáneas que vuelven a rescatar valores fundamentales
de la humanidad, como la libertad y la democracia, pero en un sentido amplio,
no solo en términos electorales, sino con más altos grados de participación y
con la conducción de esas generaciones nacidas después de la guerra fría.
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