lunes, mayo 08, 2006

¿Re-inventar San José?

El Mercado Central llegó hasta el Edificio Knör, y un poco más allá, hasta donde las palomas decoran la antigua Sears, ahora el más centroamericanizado Carrión. Es sábado a medio día, víspera de traspaso de poderes, y ‘lavenida’ está repleta, con sus tiendas de precios módicos y los escasos, pero vocingleros, vendedores de la ahora peatonal: “lleve, lleve tirantes de brasier; lleve lleve las magnéticas, varón, lleve, lleve” y así, hasta Chelles, pasando por las comidas rápidas ‘americanas’ que globalizan culturalmente el ambiente de la Plaza de la Cultura.


Frente al Banco Central, o frente a Simón, como se quiera, una señora alta y muy gorda, de bronce, camina rauda hacia la ‘esquina de los grandes acontecimientos’, donde 20 años atrás (que no es nada) se le vendió un carísimo rolex a la amorosa novia de Caro Quintero, quien pagó en efectivo en dólares americanos, billete sobre billete, semanas antes de que la señorita apareciera en todos los periódicos como la ‘secuestrada’ niña de la sociedad mejicana cuando la policía (sin saber de su existencia) allanó la mansión del susodicho sujeto supuestamente narco, localizada al sur del aeropuerto Santamaría, al oeste de la GAM. Caro Quintero es ahora un precario –sin supuestos-, en la misma finca, por el aeropuerto, donde honrados ciudadanos costarricenses cobran enormes comisiones, como si fueran Presidentes, a los de verdad honrados inmigrantes ilegales a cambio de conseguirles la posesión –muy segura- de un lote (del que fueron desalojados hace unos días) en la finca adyacente al ya viejo precario con nombre de traficante.

Algunas cosas no han cambiado en la GAM en 20 años (que no son nada), en particular en la víspera del nuevo gobierno que repetirá el Ministro y el Presidente responsables de hacer ocupar las grandes fincas del Estado por precaristas oficiales y crear con ello enormes guetos de pobres con decenas de miles de ranchos desde Paraíso hasta Alajuela y desde Alajuelita hasta Purral. Esos grandes precarios por definición se transformaron en ‘proyectos’ y el cálculo de las casitas que se podrían construir se incluyeron en las listas que el Ministro, de hace 20 años y de ahora, diría que estaban ‘levantadas y construidas’ para cumplir con las promesas anuales. Esas casitas y barrios son los que poco a poco a lo largo de estos 20 años (que no son nada), hemos venido desarrollando quienes pagamos impuestos con remiendos grandes o pequeños, construyendo unas casas por aquí o una acera por allá, o una escuelita más acá y una cañería en el otro extremo; pero siempre en bajísimos niveles de calidad y sin capacidad de planificación más allá de meter unos cuantos bonos más para, poco a poco, dar un poquito de vida digna a todos aquellos miles de creyentes que votaron pensando que tendrían alguna de las 80 mil y lo que recibieron, la gran mayoría de ellos, fue un pedazo de charral pelado y nada más.

El impacto urbano de las políticas clientelistas e irresponsables que concentraron decenas de miles de familias pobres en unas pocas fincas de la GAM, sin tener ni el financiamiento ni la institucionalidad para darles solución, lo hemos pagado carísimo todas las personas que habitamos el país, pues se desatendió el resto del país y se concentró en el valle central, una vez más, la construcción de las casas prefa. Pero esto ha ido sucediendo años después de haber concentrado a los pobres, que han sufrido todos esos años, dando lucha tras lucha para obtener, muy poco a poco, los techos, los buses, la luz y los Ebais. Esa torpe decisión sin duda generó migraciones inmediatas espontáneas o programadas, generó una gran concentración sin fuentes de empleo y sin opciones de desarrollo, con lo que dislocó la demanda real de vivienda de interés social del país y se generó una nueva ‘profesión’, la de intermediario de la obtención del beneficio y la de constructor de proyectos de casitas para pobres, quienes llegaron rápidamente a altos niveles de sofisticación, sin dejar de lado, en miles de casos, los altos niveles de abuso y de estafa. Para la migración programada se utilizaron cientos de comités pro vivienda (como Asprovigoi que se utilizó para ocupar Los Guido y cuyo principal dirigente ocupó la mejor colina), que se organizaban en todo el país con la pretensión de conseguir alguna casita. Unas pocas decenas de miles sí se construyeron y se utilizaron también para poder crear la ilusión de que se estaba cumpliendo la promesa, ilusión que sigue viva 20 años después y a la espera de ser convertida en realidad por otras decenas de miles de pobres de los paupérrimos puertos y los enormes precarios actuales, quienes que creyeron otra vez y votaron otra vez.

Entre 1990 y 1998 la tendencia continuó con la creación de los precarios nuevos de San Juan y La Carpio que el primer gobierno de la década –y su Presidente- le dejó en herencia al segundo gobierno, sin cobrar comisión. Este no hizo sino construir casitas y distribuir bonos siguiendo la lógica de las fiestas patrias (un barrio en abril en Alajuela, otro en julio en Guanacaste…) y la presión sofocante de los diputados o ‘promotores’ y ‘desarrolladores’ de barrios, sin mayor planificación y sin impulsar tendencias que revirtieran las creadas al final de los ochentas y que seguían tan campantes una década después.

Hoy, luego de ocho años de ausencia total de política social, y en particular de política alguna sobre vivienda y sobre urbanismo, la concentración de precarios es mucho mayor de la que había en 1985 y la institucionalidad no se ha renovado y sigue enmarañada con muchas instituciones y miles de burócratas para construir unos cientos de casitas prefa al año, las que además, ni siquiera se construyen con mínimos estándares como todo mundo lo sabe.

Pero, ¿cuál es el plan ahora?, pues ninguno, igual que antes. Ya se dijo, los bonos se repartirán según el principio de ‘primero que llega primero servido’, con lo que la política urbana sufrirá el impacto de las decisiones que tomen los llamados ‘tugureros o ‘desarrolladores de casas de interés social’, en particular aquellos más organizados y tecnificados que puedan generar miles de expedientes, conseguir fincas y canalizar las propuestas a las entidades autorizadas a mayor velocidad. Si esta decisión hecha pública no cambiara, las prioridades no las fijará el Estado sino la ocurrencia o intereses de quienes, como los honrados ciudadanos de la Caro Quintero cobran comisiones –como si fueran Presidentes- a cambio de promover proyectos financiados por tal o cual desarrollador de vivienda de interés social que tiene la capacidad instalada para conseguir las certificaciones y organizar expedientes a siete veces la velocidad a que lo hace, por decir alguien, el INVU.

Así, de concretarse esa amenaza de ‘política’, si los ‘tugureros’ en ‘consuno con los diputados’ consiguen otras grandes fincas cerca de los actuales precarios, ahí se concentrarán o, si al contrario, consiguen muchas pequeñas fincas dispersas, pues ahí serán las casas. El impacto urbano y socio/espacial de eso en la GAM lo tenemos a la vista con las inundaciones de cada año en pleno San José y cantones aledaños, pero también con el entrabamiento de todas las instituciones sobresaturadas; a la vez que, en la readecuación del centro de la ciudad como un sitio apropiado para buscar la sobrevivencia de miles de refugiados nacionales y extranjeros que se concentraron en los precarios sin opciones laborales o de servicios.

 
San José, la parte central de la ciudad y centro de la GAM ha cambiado (pero no mucho) en 20 años (que no son nada), pero no está abandonada ni vacía, sino que todo lo contrario está llena de actividad y sobresaturada. Ahora hay tres Universales y la de ‘lavenida’ no es para los sectores de altos ingresos, sino todo lo contrario. Al igual que la gran mayoría de los establecimientos comerciales de ese gran mercado central que va del Hospital a la Plaza de la Democracia (que se inauguró, hace 20 años, con el falso centenario de una democracia chueca, ya que, ni el golpe de los Tinoco, ni la prohibición del movimiento popular decretado por la Junta pos guerra del 48, para poner tan solo dos ejemplos, podrían considerarse actos democráticos).

La estructura social de ocupación del espacio de la GAM cambió radicalmente. Ya no se venden rolex en la antigua esquina de los grandes acontecimientos, al menos no auténticos. La vieja avenida central de los sectores de ingresos altos o casi altos se encuentra ahora frente a la autopista Santa Ana y es bajo techo; o quizás en la antigua tabacalera de Zapote, adonde llega todavía el eterno olor a chocolate; o quizás en las faldas de La Carpintera.

Primero el oeste y después el este se han ido llenando de comercios y servicios para los sectores que ya no van a ‘San José’, pero ese centro de ciudad no está vacío ni deshabitado, el área comercial o institucional se cierra en las noches y renace cada mañana, pero lo habitan otros sectores, otras personas, que antes, treinta años atrás, no iban por ahí o no eran tantos. Al contrario, el caminante típico de ‘lavenida’ de ahora, que abarrota por miles también la calle del correo y la avenida segunda, no podía hacerlo hace treinta años, no porque se le impidiera sino porque eran mucho menos y estaban localizados en los puertos y dispersos en ciudades intermedias o concentrados en pequeños barrios del sur y del norte de la ciudad y sus cuatro distritos centrales, o en otro país.

El centro de la ciudad tenía presencia de los pobres, pero también la inmensa presencia de los sectores de ingreso medio que se habían inventado los que construyeron el nuevo Estado nacional a partir de los años cincuentas El nuevo Estado y el nuevo gobierno con las nuevas instituciones y empresas públicas, con los bancos estatales y los edificios de gobierno que construyeron el nuevo paisaje urbano de San José en esas primeras dos décadas de la segunda parte del Siglo XX. En esas décadas las fincas de café de los alrededores de San José se llenaron de residenciales y urbanizaciones para esa naciente ‘clase media’ y los antiguos residentes/trabajadores de esas fincas se ‘reconvirtieron’ en trabajadores de la construcción y fueron a vivir a los primeros precarios. Con la nueva institucionalidad, los pocos tugurios se iban convirtiendo en proyectos de vivienda estatal en los Hatillos y otros barrios del INVU, durante los primeros 20 años de existencia de esa institución.

El cambio de ese San José no es casual, ni solo producto del paso del tiempo. Obedece a una conjugación de cambios en la estructura social del país, de un empobrecimiento progresivo y acelerado de los sectores de ingresos medios, es decir, con la desaparición de la antigua clase media, la que don Beto llamó en los años sesentas ‘el tapón’, en una de las tesis sociológicas más certeras de que se tenga noticia en la ciencia social del país. Ese tapón, el de la ‘clase media’, ha ido desapareciendo y con ello aumentando aceleradamente el sector de más bajo ingreso en los últimos 20 años, no sin ayuda de la inmigración internacional que crece cada día en una región sin guerras y sin trabajo.

El movimiento de lucha por vivienda digna surgió en el país al inicio de los ochentas, en medio del caldo de cultivo que se dio con el empobrecimiento abrupto generado por la llamada crisis económica, pero no se resolvió con políticas de largo plazo, con planificación social y urbana racional y diseñada con base en estudios y conceptos serios. No, la pérdida abrupta en el ingreso real se fue recuperando muy poco a poco, en términos estadísticos en estos 20 años, pero con otro ordenamiento espacial en donde la segregación funciona alocadamente relocalizando sectores sin moverlos de su lugar de residencia: barrios de ingreso medio devienen de ingreso bajo al lado de nuevos precarios y la campiña rural concentra, en sitios cerrados, a la elite de ese sector medio que aspira a subir tan rápido como los nuevos ricos y vivir en las condiciones que lo hacía Caro Quintero, no el precario, sino el traficante.

En los últimos 8 años se ha planteado renovar San José y re-planificar la GAM, pero con un esquema de ‘estado paralelo’ absurdo, sin poder y sin productos; en paralelo con una iniciativa, de la mejor intención, de carácter municipal y privada, pero que no toma en cuenta lo macro social y lo macro espacial. Esas tendencias globales se orientan en la dirección contraria a lo que los voceros de la renovación dicen en sus discursos y en los actos, cuando reciben premios. A la vez se ha dado un notable debilitamiento institucional, con alto despilfarro por repetición y exceso de trámites sin sentido, mientras que las comisiones de planificación hacen estudios también repetitivos y programan la producción de información sin conceptos, sin dirección y sin teoría ni metodología, dejando a los consultores externos la tarea –cada uno por aparte- de escoger y utilizar su propia teoría, metodología o técnica y produciendo así la dispersión de inteligencias y la producción de compartimentos estancos que serían casi imposibles de articular, si es que alguien alguna vez se lo propusiera.

La reinvención de San José no se puede reducir a otras peatonales y alguna inversión en edificios. Un mercado más o un edificio más no generará un cambio en el centro de una ciudad de un millón de habitantes. La inversión masiva de los bancos públicos en poco más de una década creo un San José, la inversión masiva de los bancos privados dio otra perspectiva arquitectónica, al mismo San José, un par de décadas después. La especulación inmobiliaria es parte de todos esos procesos, incluyendo el de los precarios, pero en particular en el intento de abrir las Zona de Protección Especial de la GAM a las urbanizaciones, impulsada por el Presidente 98-02, y según el decía, buscando el bien de los pobres y sin cobrar comisión.

Unas pocas cuadras más de peatonales paralela con un proceso de empobrecimiento o de migraciones forzadas continuará generando una perspectiva urbana/social que no se parecerá a las peatonales de Barcelona o Buenos Aires, sino a las de Tegucigalpa y Lima, donde la ebullición vital la marca la lucha por la sobrevivencia y el comercio de mercancías de bajo precio. El Teatro Nacional seguirá estando localizado en un lugar inadecuado desde la perspectiva de los sectores de ingresos medios y altos que lo preferirían más cerca de Escazú.

San José no se renovará con solo un poco de inversión que mejore los parques, lo que, sin embargo, está muy bien que se haga. Se requiere una reinvención de la estructura social que incida a su vez en el uso del espacio con una expresa orientación que revierta las tendencias creadas desde los ochentas. Más peatonales a lo sumo aumentará el caos vial si no hay a la vez una reorganización total del transporte público que permita diariamente a decenas de miles de personas ir de oeste a este, al menos, sin tener que atascarse en el centro. Mas inversión podrá crear muy pequeñas áreas como la de la Clínica Bíblica, pero mantiene los alrededores en condiciones similares a lo que era hace más de 20 años. Un mercado como el del Paso de la Vaca o ahí en el antiguo Registro, para concentrar vendedores de las calles, no soluciona la presencia de vendedores en el mediano plazo, porque nuevos vendedores surgen todos los días cuando no hay otras formas de empleo suficientemente remuneradas.

La re-invención urbana de San José, debe ser una re-invención social, un cambio en la ocupación de manera que se noten mucho más abundantemente los sectores de ingreso medio, pero para ello hay que volver a crearlos, hay que generar los empleos bien pagados y los ingresos para esas personas y reducir sustancialmente la pobreza para que no haya tantos miles que tienen que venir a ‘lavenida’ a lucharla, a pellejearla, a conseguir el cinco para sobrevivir y volver en la noche al precario donde los estafan un día sí y otro también, una década sí y otra también, honrados ciudadanos costarricenses que cobran comisión como si fueran Presidentes.

Lamentablemente, al Presidente (de ahora y de hace 20 años) le encanta repetir y repetir, un día sí y otro también, que con sociología no se soluciona nada.


Manuel Argüello-Rodríguez, Ph.D.
Catedrático de la UNA (Costa Rica)
San José, 8 de mayo del 2006.