domingo, agosto 12, 2012

De diagnósticos y propuestas



Es ya bastante común leer o escuchar, en muy diversos medios, que lo que se requiere no son diagnósticos (ni estudios, ni consultorías) sino más bien, propuestas; que no hay que estar diciendo qué está mal, o qué es inadecuado; que no hay que estar identificando los problemas porque eso es ser ‘parte del problema’, sino que lo que hay que plantear es soluciones, opciones, formas alternativas de lograr objetivos que beneficien a todos y ponerse a caminar para ser parte de la solución y no del problema.

Eso se lee muchas veces en los mensajes u opiniones y comentarios de las ‘redes sociales’ o de los diarios electrónicos, pero también entre los diputados y los anuncios electorales. Es una común respuesta desde los defensores de oficio de los gobiernos frente a cualquier señalamiento crítico en cualquier campo, ya sea en relación con obras públicas, proyectos fallidos o en relación la propia información oficial.

Se ha dicho incluso que ya están hechos los diagnósticos, que son muy buenos y que  no se requiere hacer más, sino más bien que lo adecuado es aplicar sus recomendaciones, las que sin embargo, no se ejecutan y nadie diagnóstica por qué eso sucede, pues se limitan a la trillada frase: ‘falta voluntad política’. Pero más allá de si la política es un asunto de simple voluntad, que por supuesto no lo es de ninguna manera, es asombroso el simplismo de las frases altisonantes y a la vez bidimensionales, de escoger blanco o negro, de “respóndame sí o no”, las que también se prefieren entre muchos entrevistadores/periodistas que pretenden con ello ser muy ‘avispaos’ y puntillosos.

Y la gente aplaude muchas veces aunque no tenga idea de qué significa lo que le están diciendo.

Es absolutamente falso que ya estén hechos todos los diagnósticos que se requieren, de hecho lo real es, muy al contrario, que hay muy pocos diagnósticos profundos, serios y metodológicamente adecuados. Es común,  más bien, encontrarse documentos llenos de citas o copias de otros diagnósticos y hasta copias de documentos hechos para otros países. Pero además, hay muchos análisis hechos con instrumentos que requieren datos de una escala que no existe en el país, o que exigen una precisión, o una complejidad que no se encuentra en toda la región, no es un problema nacional.  Es en realidad un problema más general, el de inadecuación entre disponibilidad de materia prima informativa y las exigencias de los instrumentos, lo que genera sesgos de todo tipo, ambigüedad y faltantes de información esencial que no está disponible, es obsoleta o ni siquiera corresponde con su membrete pues se construyen indicadores con temas de moda y datos que no expresan lo que se esperaría, como aquellos que indican ‘riesgo’ y cruzan pendientes con tipo de tierra o algo parecido, sin más; y luego claro, se hace un mapa de ‘riesgo con zonas verdes, amarillas o rojas y nadie sabe qué el membrete ‘riesgo’ no está ahí representado del todo.

En general el manejo de los datos de base y el origen de la información inicial es poco eficiente y poco seguro, y muchas veces se utiliza información sin identificar quién y en qué circunstancias la construyó. Es común no tener información sobre cómo se construyen los instrumentos que recogen la información –boletas, formularios, etc.-, y cómo se hacen las muestras, o cómo se seleccionan y las fuentes de información, así como de qué forma y con qué procedimientos y qué técnicas se ordenan, sistematizan y construyen los datos acumulados, los indicadores, las variables analíticas, etc.  Y claro, en muchas ocasiones, cuando se pregunta sobre ello, los hallazgos son ciertamente lamentables, pues hay muy poca rigurosidad en el proceso de producción de la información de base, sobre la cuál se construye todo un edificio interpretativo y se diseñan portadas de diarios, claro.

Son especialmente lamentables algunos resultados de consultorías, por ejemplo en temas de ordenamiento territorial y ambiental, dónde se repiten datos de censos antiguos y se hace caso omiso de la dinámica demográfica de las últimas décadas, pero se pretende que con ellos se pueda proyectar lo que debería hacerse en los próximos 25 años. Pero también lo son las interpretaciones de datos sueltos inarticulados o de porcentajes obtenidos de muestras inadecuadas o pequeñísimas y estadísticamente no utilizables, etc.

Un análisis detallado de todos los problemas técnicos, metodológicos  y de procedimiento en la base de muchos de los diagnósticos ocuparía muchísimo espacio y los académicos lidian todo el tiempo con este tipo de problema en la revisión de trabajos de graduación y tesis, así como en el análisis de textos que se discuten en las distintas unidades.

Pero el punto central es que NO ES CIERTO que ya se tengan suficientes y muy buenos diagnósticos para la gran diversidad de temas y procesos que se consideran críticos en el desarrollo del país.

No obstante, un problema esencial, adicional, que no se tiene en cuenta es: el que decir que ya hay que pasar ‘del diagnóstico a la propuesta’ hace caso omiso también del hecho de que el principal punto de cualquier propuesta es precisamente una apropiada, correcta y certera determinación del problema. Plantear bien un problema NO es ser parte del problema, sino un elemento ESENCIAL de la posibilidad de encontrar soluciones. Establecer con claridad y certeza el problema es parte de la solución. Al contrario, plantear inadecuadamente un problema, inexorablemente llevará a propuestas de solución erróneas o inadecuadas, que quizás atienden aspectos que no son la esencia del problema pues ese ha sido inadecuadamente diagnosticado.

Pero más allá de estas dos iniciales observaciones, lo más importante es que en temas relativos a lo social y lo político, y por tanto en temas relativos a propuestas políticas no se puede partir con simplezas como que todos quieren el bien de todos, o que todos tienen que unirse en una sola dirección y que todos tienen los mismos objetivos, que deben ser superiores a los intereses individuales o de sectores.  Partir de supuestos ‘buenos deseos’ o declaraciones de buena voluntad (más allá de si son o no creíbles) es el peor diagnóstico posible, es necesario partir de las condiciones concretas de existencia social/política.

Negar esas diferencias reales y tratar de hacer caso omiso de ellas a lo largo de la historia humana, es precisamente un mal diagnóstico. Pretender que no existen esos diferentes intereses y percepciones o valores y principios, así como creencias es un error inicial gravísimo, igual el intentar que todos podemos ponernos de acuerdo en ir en una sola dirección haciendo caso omiso, otra vez, de la enorme diversidad y percepciones reales que nos condicionan (para no mencionar los ‘intereses’ reales que están ahí conformando las percepciones de cada sector social, o territorial, o étnico/cultural.  De hecho, la negación de partida de las diferencias esenciales hace que un mal diagnóstico inicial lleve la incapacidad de obtener propuestas. Unas que en vez de olvidar, expresen con claridad cuáles son esas diferencias y encuentren los puntos en que se pueden coincidir (aunque sea en forma precaria y cuáles podrían ser acuerdos de largo plazo) y aquellos en que no se puede, pero que no impiden trabajar en buscarles solución en la diversidad, tanto como en los que sí se coincidan.

Las soluciones simplistas de las frases agradables pueden satisfacer a quienes quieren escuchar salidas optimistas, pero no llevan a ninguna solución comprehensiva.  Es necesario iniciar por cuestionar los diagnósticos y las metodologías seguidas para realizarlos, o plantear nuevos diagnósticos con metodologías rigurosas que lleven a propuestas de solución multidimensionales, no simplemente a aquellas cuantitativas o estáticas; pero tampoco sobredimensionadas en aspectos de moda como lo ambiental, o lo tecnológico, como suele suceder en los últimos años con nociones como ‘cambio climático’ que ahora se utiliza hasta para ‘explicar’ cualquier alcantarilla que se desborde. 

No se debe partir de ignorar la propia historia y los avances disímiles de las distintas disciplinas científicas, no se puede pretender que los geólogos resuelvan los problemas de la medicina, ni que los médicos resuelvan los problemas de ingeniería estructural, ni que los sociólogos determinen como mejorar los tiempos de nuestros atletas. Pero tampoco pretender que los temas políticos son exclusivos de los politólogos, o que la gente común no tenga nada que decir de ninguna cosa por no ser expertos en nada.  La metodología para la elaboración de diagnósticos certeros no puede tirar por la borda los alcances de la ciencia, en particular aquellos de la ciencia social, pero tampoco el hecho de que los habitantes en general, de todos los niveles, sectores y territorios tienen su propia percepción que se debe escuchar.

No se puede asumir que todos tenemos la mejor disposición a buscar ‘lo mejor para todos’ dejando de lado aspectos esenciales del proceso de cómo se genera una percepción individual y colectiva de la propia realidad y de la forma en que se produce esa percepción, pero más aún de las condiciones concretas y la organización  política específica en las que se construyen esas percepciones. 

Dicho lo anterior, y con ello en cuenta, pensaremos en propuestas sin asumir que ya están los diagnósticos ni que todos queremos lo mejor para la patria y con la certeza que un buen diagnóstico (incluso uno de esas diferencias) es el primer paso de la propuesta.