jueves, diciembre 02, 2010

Los nísperos estaban deliciosos

Por la callecilla hacia arriba de dónde estaban nuestras casitas, entre cafetales y potreros, se veían miles de flores amarillas y mariposas multicolores a montones, entre los árboles de guabas, guapinol y cuajiniquil junto a grandes higuerones que servían de sombra al cafetal. También había mucha guayaba, cas y nísperos, que traíamos para disfrutar la tarde lluviosa en el corredor de las casas o para la jalea que hacía Doña Dora, mi madre.

Don Lalo tenía su finquita con los más hermosos árboles, pero en especial los de níspero, amarillos con los racimos colgando. El señor, ya mayor, cuidaba diariamente y, con su machete desenvainado, correteaba a los intrusos, así que había que concentrarse en los árboles de la cerca que permitían saltar desde una rama a la calle, en caso extremo.

Tuvimos varios casos extremos, el que más recuerdo fue cuando saltamos y corrimos, Jose y yo cuando teníamos como 7 u 8 años, desde el árbol a la calle con ramos enteros de nísperos. Yo era miedoso y no subía muy arriba, pero Jose era audaz y hábil para caminar sobre delgadas ramas sosteniéndose en otras más altas, mientras arrancaba los racimos y los iba dejando caer. Cuando escuchamos los gritos que se acercaban, al unísono gritamos: ¡Lalo Cueta! y saltamos. Jose estaba muy alto y cayó mal, igual corrimos y nos metimos en la alcantarilla de la entrada al Saint Clare, a comer nísperos, como a 200 metros de dónde, en el lindero de su finca, don Lalo nos buscaba, y muy cerca ya de nuestras casas.

Acabamos con tres o cuatro ramos cada uno mientras nos reíamos de Don Lalo y rememorábamos nuestra hazaña. Cerca del medio día nos fuimos a nuestras casas y prometimos ‘como hombres’ no decir nada, aunque a Jose le dolía ‘un poquillo’ el brazo.

Horas después al final de la tarde Doña Leoni llego a mi casa y le preguntó a mi madre, un poco al despiste para que yo no entendiera: ¿Dora no te dijeron nada de alguna caída o golpes allá arriba por la calle La Hermenegilda? Mi madre me volvió a ver con su mirada interrogadora, fuerte, dominante, penetrante; pero yo ya la conocía, así que me hice de piedra. Al caer la noche llevaron a Jose al hospital y le enyesaron el brazo completo pues tenía quebraduras en varias partes, se había aguantado el dolor desde media mañana. Pero los nísperos estaban deliciosos.