Las iniciativas ambientalistas o las más recientes
vinculadas con inversiones en ‘energías limpias’ y temas globales como el calentamiento y el
llamado ‘cambio climático’, no han dado pie a la creación y desarrollo o
consolidación de movimientos sociales.
Su activismo ha ido por otros rumbos, más bien centrados en
organizaciones más convencionales de carácter privado, ya sean empresas o las
viejas organizaciones no gubernamentales o las que se denominan a sí mismas ‘sin
fines de lucro’, aunque, como es público y notorio, algunas de ellas, en
particular de las más grandes que funcionan como corporaciones multinacionales,
con múltiples organismos socios y enormes presupuestos con altas jerarquías muy
bien remuneradas.
De hecho han canalizado hacia múltiples organizaciones,
algunas tan solo de alcance nacional o regional, muchos de los inmensos fondos
de donación, tanto de Estados u organizaciones multinacionales y financieras
internacionales como de empresas privadas o los recientes organismos de ‘responsabilidad
social empresarial’ y los menos recientes de ‘filantropía’.
Todo ello ha permitido una enorme actividad de protección o
promoción de acciones de conservación y desarrollo así como también de
publicidad y promoción de nociones, conceptos o propuestas de modos de vida
amigables con el ambiente, así como empresas vinculadas a ello, como las de
reciclaje o recolección de desechos orgánicos y energía solar, entre otras
muchas.
No obstante todo este no ha generado, quizás porque no se lo
ha propuesto, un movimiento social que respalde las acciones de organismos
privados o ‘no gubernamentales’ y las propias instituciones del Estado relacionadas
con tareas ambientales.
A pesar de la inmensa inversión en la temática y activismo
ambiental, las grandes masas de la población siguen con escasa información, o
si la tienen, no las lleva o motiva a impulsar un movimiento de base popular ni
siquiera de fuerza mediana que se haga sentir en el ámbito político o de los
movimientos populares organizados con bases sectoriales o territoriales
comunitarias.
¿Será acaso necesario ir más allá, dar ese salto que va de
la ONGs y la filantropía a la lucha social y la política así como desarrollar o impulsar un movimiento social
de lucha por el ambiente y la sostenibilidad de la vida en la tierra para las
futuras generaciones, o bastará con las formas empresariales o ‘sin ánimo de
lucro’ (que generan tanto lucro para los gerentes) que han permeado la actividad ambientalista durante décadas?
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