domingo, agosto 29, 2010

RÉQUIEM POR NEW ORLEANS

Siendo precisamente en los EEUU donde se concentra el más inmenso desarrollo científico técnico y los más apabullantes avances institucionales, pero además donde se concentra la mayor riqueza del mundo y donde tanto las autoridades nacionales como sus instituciones y hasta las organizaciones no gubernamentales son las más ricas del mundo y disponen del más amplio acceso a información de todo tipo, como simuladores de todo tipo y tecnología de todo tipo. Pues en esas circunstancias, cómo se explica que una exquisita ciudad como Nueva Orleáns y sus cientos de miles de habitantes, pero además una extensa franja de cientos de kilómetros sobre la costa del golfo, sufra un impacto tan inmenso como el que se está viendo a dos días de que Katrina dejó de ser huracán y se disipó. ¿Por qué dos días después del huracán el desastre apenas empieza?

Aparte de la ancestral discriminación contra la población pobre y negra y las políticas restrictivas que desde el ‘reaganismo’ ha dejado a muchas ciudades de EEUU prácticamente en bancarrota –sobre todo para disponer de gastos en lo social- hay otros aspectos que deben tomarse en cuenta para empezar a entender ese desastre que empieza y lo que todavía no hemos visto ni en CNN. Por un lado la concentración en un tipo de ‘amenaza’ sin desarrollo suficiente de otras perspectivas, la preparación y el entrenamiento suponiendo un tipo de amenaza y la descripción simulada casi perfecta y los preparativos óptimos de lo que podría suceder en caso de que ‘un huracán de grado cinco impactara directamente’. Pero en este ‘óptimo’, por supuesto, se incluye una perspectiva ideológica de qué es lo que se debe salvar y qué no; de cuáles seres humanos son los más seres humanos y cuales no tanto. Ello incluye la capacidad local y estatal reducida –aunque todavía alta para los estándares de América Latina- y una respuesta que impacta por lo lenta, desarticulada y falta de dirección o coordinación; esto aparte la irritante ausencia del uso de los recursos masivos que se suponía que se tenían disponibles para algo como esto.

Así, los pobres sin carro se hacinaron inicialmente en el ‘superdome’, el superrefugio, uno refugio que casi se diría, “a lo gringo”: grandote, estático, sin mucha flexibilidad, lindo para la foto y ocultando el hecho de que muchos de esos miles son los pobres, sin carro, familias sin información y sin educación y sin opciones en la vida. Negros bisnietos del sur esclavista y, claro, algunas decenas de miles de centroamericanos, hondureños por ejemplo. Pero además, se debe pensar en los enfermos, los viejos y la masa de población que no tiene posibilidades de ir a otra ciudad o donde parientes.

En Nueva Orleáns el lunes en noche aparecía como si hubieran tenido la suerte de que el huracán no diera directo sino al lado y ya el martes en la mañana se podía ver gente tomando cerveza y caminando en nota celebración en las viejas calles del barrio francés y ya casi a la espera del próximo ‘mardi gras’. Pero, ¿qué pasó en las siguientes horas? ¿Cómo es posible que seis horas después el 80% de la ciudad estuviera inundada, en algunos sitios más altos más de un metro y en otros hasta tres metros? Esos sitios están varios metros por debajo del nivel del mar y fueron pantanos y se rellenaron en las últimas décadas para construir los suburbios de una ciudad rebosante de energía y con la industria del turismo y los casinos donde el juego crecía como la espuma de las cervezas en las esquinas de jazz y las calles que recorría en masa casi a diario la juventud ‘americana’ adornada de cuentas de colores. ¿Pero qué pasó con esta capital de estado, una de las grandes ciudades de los EEUU?

Bueno, por supuesto que los barrios y suburbios pobres están en los peores sitios como en todo lado y los indigentes y pobladores que podían fueron llegando poco a poco al superrefugio, aunque cientos de ellos se empezaron a mover cuando la inesperada inundación empezó a darse el martes por la tarde y cientos simplemente no pudieron llegar por la velocidad de la creciente. ¿Por qué no se los evacuó de la ciudad con medios públicos como trenes o autobuses hacia lugares más seguros desde el inicio?

Si se prepara el escenario para un huracán que impacta por algunas horas y luego viene el período de limpieza, juntar los restos de lo destruido, rehabilitar y reconstruir o volver a las casas; entonces pues con agua y comida y atención básica para dos o tres días es más que suficiente para exhibir la maravilla del superrefugio urbano. La peor situación estaría en las barriadas de la costa del golfo que recibirían el impacto directo y como en efecto, se destruirían comunidades enteras y se perdería infraestructura que dos días después estaría reconstruyéndose, como en tantos otros grandes huracanes en la costa del país ‘americano’. Las pérdidas serían grandes, habría muertos por el huracán pues no salieron o se quedaron en sus casas para evitar robos o no podían salir por estar enfermos o muy viejos o muy pobres o ilegales inmigrados de nuestros países.

Pero, ¿cuál era el riesgo real?, ¿era ese un escenario correcto?, ¿se habían revisado y analizado y vuelto a revisar los diques y canales que protegen a una ciudad localizada en un antiguo pantano bajo el nivel del mar? No parece, o no con la precisión adecuada, o no como era finalmente necesario, pues el dique cedió en diversas partes ya horas después de que los vientos y la lluvia habían dejado paso al sol de la tarde del martes. ¿Y no había experiencia en diques que cedieran en la misma región? Sí por supuesto, y ha habido otros huracanes menores, varios por cada década y ahí está el lago y ahí está el mar y ahí está el río en la ruta de los huracanes, y hace un año se realizó el último simulacro y es en EEUU.

Nueva Orleáns está inundado casi por completo y muy contaminado y se tardarán meses para solo limpiar luego de reconstruir el dique y bombear el agua y empezar después a ver si vale la pena reconstruir y qué reconstruir y hacer el recuento de muertos, desaparecidos y demás pérdidas humanas y materiales. Pero se pudo evitar si los diques tuvieran mantenimiento, reparación, refuerzos para ocasiones tan especiales como un huracán grado cinco que se espera de un impacto directo, etc. Ahora el desastre apenas empieza con cientos de miles de refugiados ‘de última hora’, decenas de miles siendo evacuados hasta Houston a más de 400 kilómetros y sin idea de cuantos muertos habrá en las miles de casas cubiertas por el agua contaminada que sigue llenando la ciudad.

Los muertos y demás no se deben atribuir a Katrina sino a quienes, aún disponiendo de la más increíble riqueza y capacidad técnica y organizativa, discriminan y desprecian no solo a un sector de la población sino que al conjunto de los habitantes de una gran ciudad, simplemente porque no utilizan su capacidad para proteger a los seres humanos o al género humano en general. El rescate como siempre aparecerá (y será) heroico, pero pudo haber sido innecesario con las decisiones políticas mínimas adecuadas.

El miércoles temprano un ex alcalde de Nueva Orleáns imploraba la llegada de los militares y decía que había que actuar YA o no se podría salvar la ciudad. Temprano los rescatistas y los cruzrojistas y los voluntarios estaban estupefactos por el inmenso impacto destructivo; pero todavía no reflexionaban –y difícilmente lo harán pronto por lo abrumador de la tarea de rescate- sobre los aspectos ideológicos y los enfoques utilizados para analizar el proceso de construcción económico y política del riesgo que se venía desarrollando en particular durante las últimas dos décadas. Al final el super-estadio dejó de ser el super-refugio y se convirtió en la super-trampa que ahora habría que evacuar y así la respuesta errónea se convirtió en nueva emergencia. Pero toda la ciudad es ahora una super trampa con hasta cien mil habitantes atrapados en una ciudad inundada con aguas muy contaminadas y sin posibilidad de comida o agua, mucho calor y a la espera de las enfermedades que podrán generarse por los muertos y la contaminación. A dos días del huracán los rescatistas están poniendo atención solo a los vivos para evitar muertes y no a los muertos, pues no hay comunicación, ni electricidad ni transporte en la mayor parte de la gran ciudad, por tanto no hay nada que hacer con los muertos.

No se trata de Katrina, sino de las condiciones sociales e institucionales con que se pretende resistir el impacto directo de un fenómeno anual, es decir estacional y cada vez más estudiado y observable e incluso casi predecible en su dirección, tamaño, cobertura, velocidad y posible impacto de sus vientos y lluvias. Todo esa tecnología disponible y falta el analizar la construcción social e ideológica del riesgo que se distribuye en forma muy desigual y falta por supuesto empezar a discutir la economía política del riesgo, en este caso urbano, que lleva a la catástrofe ahora mismo a Nueva Orleáns.


Manuel Argüello-Rodríguez, Ph.D.
Catedrático de la UNA (Costa Rica)
-31 de agosto del 2005-