Desde los lejanos días de la gran huelga bananera del 34, pasando por las tomas de tierras de los 60/70s (Cieneguita, Limoncito, La Colina, de dónde nació el PAL) y las huelgas del 71/72 y las dirigidas por FETRAL en 1979 y las coordinadas por el Comité de Lucha Limonense de los años siguientes (1981/82), hasta las sucesivas huelgas de Japdeva y los muelles; el pueblo limonense a tenido como única opción la acción reivindicativa o de lucha abierta, en las calles, para lograr mínimas concesiones económicas o de servicios básicos… las que en otras áreas del país se dan por descontadas.
La ausencia de fuentes de empleo, casi restringidas a unas pocas empresas estatales como Japdeva y Recope o la CCSS, es un elemento esencial, pero en la última década se ha llegado a extremos inaceptables de miseria y desempleo, no solo en la ciudad de Limón, sino y en particular en toda la costa del caribe sur afectada en demasía por la crisis del turismo y las medidas absurdas de los gobiernos de turno.
Los ministros, con toda su inteligencia, siguen repitiendo que durante los paros es inadecuado o imposible negociar, pero la única forma de obtener alguna cosa en Limón siempre ha sido con la huelga, la movilización masiva, los cierres de vías y la refinadora y, claro, del muelle, en particular por su crítica y estratégica condición respecto a la economía exportadora.
Los cafetaleros del valle central le regalaron la costa del caribe a Keith, en el siglo XIX, a cambio de construir el ferrocarril para sacar el café… y bueno, desde entonces parece que solo se recuerda la existencia de Limón cuando una huelga pone en peligro la exportación del 80% de la producción nacional y se lastima la economía del… valle central.
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