Cavilando en la hamaca sobre política social.
En política social no basta simplemente decir que se continuará con uno o dos programas que han sido objeto de amplia propaganda y éxito dudoso, se requiere una propuesta integral que incluya desde la promoción del empleo en sectores críticos hasta los cambios demográficos que provocan nuevos sectores vulnerables y propensos a caer en situaciones de bajísimas condiciones de vida, concentrados en algunos territorios, etnias o género.
No se trata nada más de proclamar la 'erradicación de la pobreza extrema' (que es prácticamente imposible de eliminar pues hay pequeños grupos que no se pueden sacar de su estado, como indigentes y otros similares, por edad o localización), sino plantear cómo integrar en procesos productivos a sectores y territorios deprimidos; indicar como se fortalecerán procesos de integración productiva y empleos dignos, permanentes, estables con remuneraciones crecientes, en vez de concentrarse excesivamente en lo asistencial y erradicar los procedimientos clientelistas de la ayuda financiera de asistencia.
La política social no es solo qué hacer con lo asistencial, es impulsar la integración productiva de los que se encuentran bajo la línea de pobreza pero sin que esto se convierta en una mera meta publicitaria, pues los segmentos de ingresos que están inmediatamente arriba de la línea de pobreza son también pobres. De ahí que se requiera un enfoque territorial y de amplios segmentos, pero a la vez sectorial e integrando medidas de política económica, empleo y asistencia técnica, financiera y organizativa, además de adjudicar la asistencia económica (estricto subsidio gratuito) solo condicionada por la situación de extrema pobreza.
Es necesario contemplar la política de inversión en vivienda o infraestructura local como parte de la política social, utilizándola como palanca financiera y medio de creación de tendencias en territorios particulares, con, entre otros, la contratación local y generación de empleos temporales vinculados a capacitación técnica de jóvenes.
Frente a estas necesidades, plantear el viejo chiste de ‘declarar emergencia la pobreza’ es tan patético que parece sacado de un guión de “Stand-up Comedy”.
Cavilando en la hamaca sobre política social.
En política social no basta simplemente decir que se continuará con uno o dos programas que han sido objeto de amplia propaganda y éxito dudoso, se requiere una propuesta integral que incluya desde la promoción del empleo en sectores críticos hasta los cambios demográficos que provocan nuevos sectores vulnerables y propensos a caer en situaciones de bajísimas condiciones de vida, concentrados en algunos territorios, etnias o género.
No se trata nada más de proclamar la 'erradicación de la pobreza extrema' (que es prácticamente imposible de eliminar pues hay pequeños grupos que no se pueden sacar de su estado, como indigentes y otros similares, por edad o localización), sino plantear cómo integrar en procesos productivos a sectores y territorios deprimidos; indicar como se fortalecerán procesos de integración productiva y empleos dignos, permanentes, estables con remuneraciones crecientes, en vez de concentrarse excesivamente en lo asistencial y erradicar los procedimientos clientelistas de la ayuda financiera de asistencia.
La política social no es solo qué hacer con lo asistencial, es impulsar la integración productiva de los que se encuentran bajo la línea de pobreza pero sin que esto se convierta en una mera meta publicitaria, pues los segmentos de ingresos que están inmediatamente arriba de la línea de pobreza son también pobres. De ahí que se requiera un enfoque territorial y de amplios segmentos, pero a la vez sectorial e integrando medidas de política económica, empleo y asistencia técnica, financiera y organizativa, además de adjudicar la asistencia económica (estricto subsidio gratuito) solo condicionada por la situación de extrema pobreza.
Es necesario contemplar la política de inversión en vivienda o infraestructura local como parte de la política social, utilizándola como palanca financiera y medio de creación de tendencias en territorios particulares, con, entre otros, la contratación local y generación de empleos temporales vinculados a capacitación técnica de jóvenes.
Frente a estas necesidades, plantear el viejo chiste de ‘declarar emergencia la pobreza’ es tan patético que parece sacado de un guión de “Stand-up Comedy”.
En política social no basta simplemente decir que se continuará con uno o dos programas que han sido objeto de amplia propaganda y éxito dudoso, se requiere una propuesta integral que incluya desde la promoción del empleo en sectores críticos hasta los cambios demográficos que provocan nuevos sectores vulnerables y propensos a caer en situaciones de bajísimas condiciones de vida, concentrados en algunos territorios, etnias o género.
No se trata nada más de proclamar la 'erradicación de la pobreza extrema' (que es prácticamente imposible de eliminar pues hay pequeños grupos que no se pueden sacar de su estado, como indigentes y otros similares, por edad o localización), sino plantear cómo integrar en procesos productivos a sectores y territorios deprimidos; indicar como se fortalecerán procesos de integración productiva y empleos dignos, permanentes, estables con remuneraciones crecientes, en vez de concentrarse excesivamente en lo asistencial y erradicar los procedimientos clientelistas de la ayuda financiera de asistencia.
La política social no es solo qué hacer con lo asistencial, es impulsar la integración productiva de los que se encuentran bajo la línea de pobreza pero sin que esto se convierta en una mera meta publicitaria, pues los segmentos de ingresos que están inmediatamente arriba de la línea de pobreza son también pobres. De ahí que se requiera un enfoque territorial y de amplios segmentos, pero a la vez sectorial e integrando medidas de política económica, empleo y asistencia técnica, financiera y organizativa, además de adjudicar la asistencia económica (estricto subsidio gratuito) solo condicionada por la situación de extrema pobreza.
Es necesario contemplar la política de inversión en vivienda o infraestructura local como parte de la política social, utilizándola como palanca financiera y medio de creación de tendencias en territorios particulares, con, entre otros, la contratación local y generación de empleos temporales vinculados a capacitación técnica de jóvenes.
Frente a estas necesidades, plantear el viejo chiste de ‘declarar emergencia la pobreza’ es tan patético que parece sacado de un guión de “Stand-up Comedy”.
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