La palabra ‘resiliencia’ es un anglicismo que la gente común no conoce (en los barrios y comunidades nadie sabe qué significa esa palabra), pero que ya es aceptado en español como un ‘artículo nuevo’ en el “Avance de la vigésima tercera edición” del DRAE y tiene entonces oficialmente en español dos acepciones:
"1. f. Psicol. Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
2. f. Mec. Capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación."
La primera acepción es usada desde hace más de una década por psicólogos con un sentido mucho más amplio a la vez que complejo y la segunda, que todavía se usa muy poco, pues ingenieros y arquitectos han estudiado la ‘elasticidad’ en los textos de ‘resistencia de materiales’ desde hace más de 50 años, como lo muestran textos clásicos rusos traducidos al español. A ellos nunca les hizo falta la recientemente nueva palabra del español, siguen usando 'elasticidad'.
Con otras acepciones se ha trasladado la ‘nueva palabra’ a otras temáticas, como la del ambiente, el cambio climático y los desastres, con mucha confusión, sobre/simplificación y suposiciones poco sustentadas, o del todo simplemente asumidas sin base empírica alguna.
La acepción ‘psicológica’ de la palabra implica gran complejidad pues eso de "asumir con flexibilidad situaciones límite" es muy difícil de precisar en momentos específicos. Más complicado aún es observar o incluso establecer cuáles son (características, temporalidad, dimensiones sociales o psico-sociales) las condiciones que implican el "sobreponerse" a esas condiciones extremas o límites.
Si eso es increíblemente difícil hasta de definir en situaciones individuales (que nunca lo son, pues cada individuo sólo vive en sus contexto social, comunitario y familiar inmediato), mucho más lo es cuando se trata de comunidades o pueblos y ciudades enteras. De hecho no hay textos teóricos dedicados a ello, sino referencias diversas en textos que no discuten en profundidad casos concretos que los sustenten.
No es entonces simplemente “reponerse de un impacto”. En el caso de materiales la elasticidad (y las curvas de elasticidad que las miden) implican que las condiciones previas del material se deformen pero que no causen rupturas o daños permanentes, de manera que, como un elástico, se estiren y vuelvan a su situación de reposo, normal, manteniendo todas sus características físicas intactas: el doblarse de una caña de bambú. La curva elástica muestra en ellos el punto y condiciones en que se rompe o lastima de manera que pierde su condición elástica, parcial o totalmente, y por lo tanto ya no responderá de igual manera ante el próximo esfuerzo y podría fallar, es decir quebrarse o romperse o fracturarse.
Pero en lo psicológico, en seres humanos (y animales también) eso es mucho más complejo, todo impacto tiene secuelas que no se reponen o tardan décadas en superarse y aunque el individuo no colapse totalmente, es decir no muera o quede por completo incapacitado, igual las consecuencias del impacto emocional son no solo muy difíciles de identificar sino que más aún de superar. Esto se multiplica por mucho cuando se trata de situaciones sociales y más aún si son masivas: los individuos reaccionan diferente unos de otros, tanto en lo cualitativo como cuantitativo y por lo tanto en solo una familia, la pérdida, por ejemplo, de su casa o de un miembro tiene consecuencias distintas en cada uno de los sobrevivientes o familiares que ni siquiera estaban ahí presentes: si en la inundación se muere tu hermano aunque vivas a cien kilómetros, el impacto puede tener dimensiones colosales y requerir un larguísimo tratamiento, o puede ser que logres superarlo y continuar con tu vida normal luego de un corto periodo de suelto, etc.
En situaciones de desastre, entonces, cuando hay impactos en comunidades enteras o ciudades enteras, el plantearse simplemente el ‘reponerse del impacto’ es una sobre simplificación de la realidad concreta, que es muchísimo más compleja, en particular en las dimensiones psicosociales. Materialmente se puede reconstruir el puente, o llevar las familias a nuevas casas luego de unas semanas o meses en albergues, PERO, las perdidas afectivas y emotivas, las pérdidas y los duelos referidos a la historia familiar o las raíces rotas (amistades, grupo social inmediato, expectativas de vida, cultura local, costumbres, grupos de referencia, etc.) por la relocalización son normalmente ignoradas: en muy pocas ocasiones se trabaja sobre ello y se intenta estudiar sus dimensiones y calidades.
En consecuencia, la idea de crear o acrecentar o desarrollar la ‘resiliencia’ con base en la idea de tener ‘flexibilidad frente a situaciones límite’ está todavía por desarrollarse. En la literatura sobre ‘desastres’ son escasísimos (si es que los hay)los casos concretos en que ello se estudia o se determina con algún mínimo rigor. Pero, todavía es menos estudiada y determinada la dimensión de ‘sobreponerse’ a situaciones límite en forma colectiva (aunque en la literatura psicológica se pueden encontrar referencias más bien de carácter individual o experimental.
Esta temática es una que está todavía por estudiarse y hay muy pocas personas con formación y experiencia en ciencias sociales, con conocimientos teóricos y trabajos empíricos, que la hayan abordado.
Lo más común es que se hable de ‘resiliencia’ simplemente planteándose algunas tareas o situaciones para que una comunidad vuelva a tener el puente que se lleva el río todos los años o similares, es decir referido a reconstrucción de condiciones materiales inmediatas; pero la capacidad de enfrentar con flexibilidad situaciones límites en términos colectivos en el campo de la vida comunitaria, familiar o masiva es un tema por investigar.
De ahí que sería mejor, cuando se habla de organizar a la comunidad para que responda a la situación de desastre (cuando la situación sucede) con eficiencia y evitando daños mayores, con preparativos y simulaciones o instrucciones para evitar impactos destructivos, no debería alegremente hablarse de ‘resiliencia’, pues como en muchos otros casos, eso solo permite a los llamados ‘consultores’ insistir en tener un lenguaje que nadie del ‘común’ (las personas normales y corrientes, los vecinos de la comunidad) entienden y hablar en enredado cuando de lo que están hablando es de algo sencillo, y ni siquiera están planteándose qué significa tener ‘flexibilidad en situaciones límite’ en términos sociales.
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