El clientelismo partidista que ha sido la esencia de la
estructura electoral del país por muchas décadas se ha ido destruyendo a sí
mismo.
Las disputas en las elites partidarias y sus reiterados
intentos de controlar las asambleas mediante triquiñuelas y compromisos
múltiples, contradictorios e incumplibles, ha ido rompiendo el vínculo
esencial: los nodos que estructuran la cadena, los ‘líderes posicionales’ que
atienden las peticiones de sus clientes y las hacen llegar a sus superiores en
la cadena.
Pequeñas cúpulas pretendidamente omnipotentes quitan o
ponen, reparten o comprometen puestos y empleos, desconociendo los méritos
hechos en los niveles intermedios o bajos de la estructura. Con el tiempo ser
amigo o del grupo de ‘alguien’ de la cúpula se fue haciendo más importante que
mover los votantes del barrio y conseguir los carros o ser ‘jefe de manzana’ y
organizar los piquetes o salir con su gente a llenar los buses para ir a la
plaza pública.
La campaña televisiva y de otros medios, la pretendida
omnipotencia de viejos caudillos (que fueron cayendo de su pedestal, por la
corrupción excesiva y la confianza desmedida en su impunidad) fue cambiando el
peso relativo de los dirigentes intermedios o líderes posicionales en la cadena
clientelista, la estructura electoral que llevaba a los candidatos de síndicos
a hipotecar sus casas para conseguir votos en su barrio.
Ahí, en la base del síndico y regidor municipal, en la
estructura electoral de ‘la distrital’ y ‘la cantonal’ se asentaban los votos
seguros, los fijaban la línea base para pensar que un número predeterminado de
puestos eran ‘elegibles’ en los concejos municipales y la asamblea legislativa. Todo ello, claro, adobado con la deuda
política y los puestos de gobierno, juntas, embajadas o empleos de maestros,
policías y las supernumerarias nóminas de las instituciones públicas.
El cambio de fechas en la votación para alcaldías y la
correspondiente nacional y de diputados ayudó también a quebrar esta
estructura: no hay que esforzarse demasiado para la nacional si lo que interesa
es llegar a regidor o alcalde, no hay que pedir el voto para un diputado que no
atiende las demandas desde la alcaldía, no hay que apoyar a una cúpula nacional
que impone a un candidato a diputado que perdió en las distritales y
cantonales.
Hay un
proceso de redefinición de la estructura electoral, un deterioro de lo que ha
sido por décadas sin que se esté
construyendo o ni siquiera diseñando otra distinta… mientras tanto las candidaturas
siguen siendo a dedo o por negociaciones en las cúpulas, nombrando parientes o
amigos cercanos e incondicionales, como si nada pasara.
Habrá en
tales condiciones un aumento de la abstención y un ejecutivo débil con una
asamblea legislativa partida en muchas partes.